Revista EL COLECTIVO

Revista EL COLECTIVO

jueves, 29 de noviembre de 2007

MARIA ANTONIA

Ella nunca entendió la vida de otra manera. Sabía del compromiso cotidiano, de la responsabilidad que conllevaba vivir en un mundo donde las cosas no estaban como deberían y que, por tanto, era preciso luchar para cambiarlas. Detrás de esa voz pequeña y dulce se ocultaba una mujer de fuertes convicciones que no pregonaba solidaridad, la practicaba.
María Antonia Lobariñas fue esa luchadora incansable que siempre eludió protagonismos aunque nunca pudiera ni quisiera esquivarle el cuerpo a la historia. Su temprano compromiso la llevo a ubicarse del lado de los explotados, de los oprimidos, de los humillados.
Afiliada al PC en 1967, comenzó su militancia en Derechos Humanos por 1975, cuando las sombras dictatoriales avanzaban de la mano de los llamados “grupos de tareas”. Como una de las fundadoras de la filial de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre su labor la llevó a incorporarse junto a las primeras madres que empezaban a organizarse intentando saber algo de sus hijos secuestrados. Comenzó entonces un diario y peligroso peregrinar por las calles buscando personas que firmaran petitorios, golpeando puertas en despachos oficiales buscando respuestas. Agrupándose para aunar fuerzas, para no desmoronarse ante la impotencia y el desamparo. Frente a tanta indiferencia y complicidad.
Cuando le preguntaban si por esos años el miedo no la había paralizado, respondía siempre que en ella no había lugar para el temor mientras existiesen compañeros que la necesitaran. Sabía que el verdadero revolucionario no es quien grita más fuerte una consigna sino aquel que asume un compromiso diario en el contacto con la gente, en la construcción de un camino nuevo. Por eso nunca eligió la comodidad de dejarse arrastrar por la apatía y la indiferencia. Por eso es que jamás abandonó su militancia, aún cuando sus más de 80 años la obligaran a espaciar las salidas y pasar más tiempo en casa.
Antonia nos dejó el pasado 15 de septiembre, a los 88 años, en pleno autismo electoral, por eso no extrañó que su despedida haya pasado desapercibida para muchos y que algunos nos hayamos enterado bastante tiempo después.
Se fue una mujer digna, consecuente con su compromiso de trabajar a favor de un mundo menos injusto. Aquella que muchos recordaran alzando su voz frente a Tribunales, denunciando la muerte de tantos pibes asesinados bajo una bala policial. O al frente de las marchas en cada 24 de Marzo, en medio de las grandes pancartas, exigiendo juicio y castigo para los asesinos.
Otros elegiremos, simplemente, recordarla en alguno de aquellos días, cuando el mundo amanecía oscuro y amenazante y su mirada transparente nos recordaba que nuestro paso por la vida no era gratuito. Que debíamos aprender a merecerlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por recordar a Maria Antonia, un ejemplo de mujer militante.
Griselda