Revista EL COLECTIVO
miércoles, 15 de junio de 2011
PREGUNTAS, DIECISIETE AÑOS DESPUÉS
DESAPARICION DE MARTIN BASUALDO Y HECTOR GOMEZ -
En esta historia oficial de los derechos humanos faltan nombres., faltan rostros. Julio López ya no figura en los discursos presidenciales, ni en los noticieros, ni en los diarios. ¿Desaparecido por cuantas veces? ¿Dos, tres?
¿Dónde van esos nombres que ya no se nombran? ¿Adónde esas calles que los vieron pasar? ¿Siguen siendo las mismas? Las huellas se borran con el tiempo o queda algo, un destello, un retazo de vida aferrada al asfalto, una gota de sudor oculto en esa calle de tierra. ¿Dónde va el trabajo que moldearon esas manos? ¿Alguien verá reflejado en su espejo esta historia? ¿Y las miradas? Esas que los vieron pasar hasta desaparecer, ¿se transformarán alguna vez en desahogo, en palabra frágil que atraviese el miedo?
Un día como hoy de hace 17 años, dos pibes desaparecían a la luz del día, se esfumaban entre todos nosotros, daban vuelta la esquina y ya no estaban. Tenían nombre propio, se llamaban Martín Basualdo y Héctor Gómez.
Las crónicas de los diarios afirmaban que ya había amanecido, que la noche negra había pasado. Los gobernantes, los jueces, la policía no podían haber sido. Los gobernantes eran democráticos, los jueces probos e imparciales, la policía estaba al servicio de la comunidad. Sin embargo dos pibes se esfumaban, y el pasado que, según decían había pasado, se hallaba doblando la esquina.
Los Martin, los Héctor. Diecisiete años después. Diecisiete años de impunidad. ¿Alguien podrá ver en aquellos ojos la mirada de sus hijos? ¿O serán ya solo polvo, diario viejo, palabra gastada, silencio apagado de una ciudad que despierta con el ruido de escape de los autos y el apuro que atraviesa tantas historias invisibles de tantos rostros ausentes? Hoy, otro 16 de Junio, ¿alguien notará que no estamos todos? ¿Será cierto que podemos vivir cada uno en lo suyo, aislados de la suerte de los otros?
Hoy los gobernantes insistirán en colmarnos de promesas universales. Hoy los diarios reflejaran al crack de futbol, el último escándalo, la nota paga. Hoy, al despertar, alguien volverá a abrazar a su hijo, le hará el desayuno y lo acompañara a la escuela. Mientras tanto, en alguna parte de la ciudad, dos familias continuaran preguntándose que fue de ellos. ¿Qué fue de Martín y de Héctor? ¿Donde están? Y si ya no están, y si ya no vuelven, ¿tendrán al menos un lugar donde llevarles una flor, donde decirle que los extrañan, que no existe día donde no los recuerden y los piensen?
Demasiadas preguntas para un Estado que debería cuidar sus habitantes, no hacerlos desaparecer. De ellos poco puede esperarse. Pero nosotros, acostumbrados a ver pasar las cosas como si siempre les sucedieran a otros, a masticar la mentira oficial como si fuera el pan nuestro de cada día, ¿continuaremos pensando que nuestra vida resulta tolerable, mientras historias como esta se repiten, siempre como tragedia? Y, lo que es más importante, ¿podrá nacer un futuro en esta tierra de tanto olvido?
Gilda García/Osvaldo Quintana
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