Revista EL COLECTIVO

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sábado, 25 de junio de 2011

“LOS QUE TENEMOS QUE CAMBIAR SOMOS NOSOTROS”



Charla con Alberto Santillán:
POR GILDA GARCIA
“La patria no es un Tinelli/que hace plata de humillar./Patria es Darío arrodillado
junto a Maxi/ en la estación”
(“Patria” Santa Revuelta)

Darío Santillán era militante del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de la Coordinadora Aníbal Verón. Hacía tiempo que había hecho una opción de vida y que la muerte lo encontrara tratando de ayudar a un compañero herido no fue casual sino la fundamentación de su misma esencia. Para él ser solidario no era el diezmo dominical o las pocas monedas entregadas ante un rostro anónimo. No. Para él ser solidario era el pan de cada día, la cara y la cruz de su existencia.
A más de tres años de su asesinato, a Alberto le gusta presentarse como “el orgulloso papá de Darío Santillán”. Y, si bien sabe que va a ser difícil sentar en el banquillo de los acusados a los responsables políticos de las muertes en Estación Avellaneda, no piensa deponer su derecho a exigir justicia porque él – como antes las Madres de Plaza de Mayo – fue parido por su propio hijo. Porque también igual que ellas abandonó la vida mansa y organizada de su mundo para integrar la Comisión de Familiares y Víctimas y recorrer aquellos caminos que Darío recorriera hasta que una bala policial lo detuvo el 26 de junio de 2002.

- ¿Cómo cambió su vida a partir del 26 de junio de 2002?- La pérdida de mi hijo ha sido un vuelco en mi vida. Yo siempre digo que tengo la cultura del trabajo y Darío tenía la cultura de la militancia, era un luchador social. Yo siempre he trabajado, soy de esas personas que vive encapsulado en el mundo laboral y, si bien con Darío compartíamos muchas cosas, el que veía la realidad era él. Pero en estos tres años, cambió todo. Ver lo que veía Darío. Una cosa diferente al punto de vista desde el que yo lo hacía. Lamentablemente, más allá de acompañarlo varias veces en marchas o en todo lo que era su pensamiento, pienso que tendría que haber estado un poco más, acompañarlo un poco más. Pero la vida ya no es la misma. Jamás puede haber una felicidad completa porque los buenos momentos que tengo (como la llegada de mi nieto) en vez de ser una felicidad plena, uno siempre está pensando: “cómo me gustaría que Darío estuviera con nosotros en este momento”. Hemos empezado a vivir otras realidades, un poco embebido del espíritu de Darío. Esto nos ha marcado un camino que es el de la lucha. Entonces, en homenaje a Darío, hace tres años y pico que estamos peleando una lucha totalmente despareja, porque apuntar al poder político es muy difícil. Es casi imposible sentar a uno de los políticos en el banquillo de los acusados. Cuando nosotros sabemos bien que lo que pasó en la estación de Avellaneda no pudo haber sucedido sin un pacto político – policial.
- Hubo una orden.- Sí, estoy totalmente convencido. Además, la persona que mató a Darío, el comisario Franchiotti, no era ningún bebé de pecho. Era alguien que sabía muy bien lo que hacía. Lo que pasó en Avellaneda no es porque la situación los sobrepasó. Tenían órdenes directas de matarlos. Estamos a tres meses del juicio. En el juicio la cadena está rota. El eslabón que tiene que unir la parte policial con la política no se consigue hilvanar. Sabíamos de entrada que la intención iba a ser apuntar hacia abajo, hacia la policía. Y que todo quedara ahí. Es increíble cómo funcionarios que tuvieron mucho que ver con lo que pasó se hacen los distraídos, se hacen los boludos. Contestan lo que quieren. Evidentemente la parte del fiscal y la parte de los jueces también deja mucho que desear porque, cuando tuvo que venir a declarar Eduardo Duhalde, una jornada antes el fiscal pide que no lo haga porque estaba imputado en otra causa. Para mí es una tomada de pelo. Se sacó la máscara. Sabemos que responde al poder político. Entonces, va a ser muy difícil que lleguemos a sentar al poder político ahí. No como testigo, sino como imputado.
- ¿Se sintieron acompañados por la sociedad?- Sí. El único acompañamiento fue el de la sociedad, el de los militantes. Después, desde la parte política, la parte gobernante, la parte de esos señores que se desgarran las vestiduras hablando de derechos humanos, nada. Nosotros estamos llevando adelante esta lucha solos, sin ayuda de nadie.
- ¿A quienes se refiere concretamente?- Me refiero al presidente. Yo he recibido del presidente la promesa de crear una comisión de investigación, que no le iba a importar el político que tuviera que ver con las personas detenidas, que el que hizo las iba a pagar. Prometió abrir los archivos de la Side. De las tres cosas, dos no cumplió y la tercera, abrir los archivos,
lo que nos dio es un verdadero mamarracho. Después de dos años de insistir con que abra los archivos de la Side vemos que nunca tuvo la voluntad de hacerlo. Nos encontramos con 25 fojas, de las cuales hay más recortes de diarios que un trabajo de inteligencia.
- Tuvieron tiempo de sacar todo lo que fuera importante.- Han tenido tiempo de sobra para hacer lo que quisieran y darnos algo como para decir: “Bueno, acá tienen. Ahora cállense”. No ha sido otra cosa más que una burla. Nos han tomado por pelotudos, por ignorantes..
- ¿Recibieron el apoyo de partidos políticos?- No. Hay gente que, por ahí, nos acompaña en las marchas como Zamora y su mujer. Pero, sacando dos o tres, no.
- ¿Cómo los han tratado los medios de comunicación masivos?- Los medios responden a un dinero y a un poder. Por eso no salen a la luz muchas cosas. Nosotros hacemos mucho hincapié en que el presidente, por no tener lo que hay que tener e investigar a Duhalde, terminó siendo cómplice.
- ¿Qué interpretación hace sobre las fotos que salieron en los medios? Porque sin ellas no se hubiera sabido lo que realmente pasó en Avellaneda.- No hay que olvidarse que tres funcionarios (Atanasoff, Solá y Álvarez) salieron a decir que fue un enfrentamiento entre piqueteros. Si no hubiera sido por la persistencia de los fotógrafos y los periodistas, todo hubiera quedado como enfrentamiento de piqueteros y nada más.
- O sea que la insistencia de este fotógrafo y este periodista sobrepasó a los medios.- Los sobrepasó. Además de todo eso, la movilización (que fue una cosa instantánea) hizo que esas cosas no se pudieran guardar y comenzaron a salir a la luz.
- ¿ Qué puede hacerse para que esto no se repita?- Acá el tema pasa porque nosotros cambiemos. Lamentablemente, muchas veces uno se pone en el camino de la lucha cuando le pasan las cosas. Yo siempre me acuerdo de lo que decía Darío: que acá la cosa no cambia por cambiar de presidente sino que los que tenemos que cambiar somos nosotros. Y en eso estaba Darío, en tratar de cambiar el pensamiento de uno y de inculcarles eso a los chicos, para que aprendan a defenderse. Acá los que tenemos que cambiar somos nosotros, no los políticos. Sabemos que hace 30 o 40 años nos gobierna siempre la misma lacra.
- Si hay algo que sobresalió en la figura de su hijo, eso fue la solidaridad. ¿Usted nota algún cambio en la sociedad a partir de este hecho o de los sucesos ocurridos por diciembre del 200l?- Hay un pequeño cambio, una madurez. Y, por otro lado, se contraponen otras cosas. Cuando le tocaban el bolsillo a los que tienen, ahí se gritaba: “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. No hay que olvidarse que, cuando les devolvieron parte de sus ahorros, ya el piquetero pasó a ser el negro de mierda que corta la calle y molesta a la gente. Después, hay una parte de la sociedad que ha tenido un cambio. Yo no digo que por lo que pasó con Darío la gente ha madurado. Yo creo que estamos madurando por los golpes que hemos recibido.
- ¿Cuál es su opinión respecto a aquellos que pregonan la “mano dura” como los Blumberg y compañía?- No. Blumberg está acá y yo estoy completamente en contra de lo que es la “mano dura”, de darle más poder a la policía, de seguir alimentando al monstruo que está matando a nuestros pibes.
- ¿Cómo se explica que, con todo lo que ha pasado en estos años, haya gente que todavía pida “mano dura” o que apoye a un Blumberg?- Siempre existe una parte de la sociedad que considera que con eso van a estar mejor. Una sociedad muy selectiva: todo para ellos. ¿Y para los de abajo? Yo siempre digo que hay dos clases de justicia: para los que tienen plata y para los que no la tienen. Basta mirar nomás a Maria Julia afuera, Chabán afuera. Pero, si uno roba un peso para comer, te dan tres o cuatro años por la cabeza.



- También somos una sociedad un poco miedosa porque cuando vemos un corte de ruta salimos a decir que eso es violencia. En cambio, el hambre y la muerte de un montón de gente no nos resulta violento ni peligroso.- Pasa que acá hay un genocidio sistemático con los chicos. Cuando nacen no tienen para comer, los ancianos tampoco tienen para comprar remedios. Es un genocidio sistemático de cada gobierno que viene.
- ¿Cómo ve la realidad desde su trabajo en un hospital?- Existe un discurso que nos quiere hacer creer que estamos en el primer mundo, que la plata sobra. Pero, evidentemente, sabemos que a los de abajo jamás les llega nada. Trabajo no hay. Y el que no lo tiene tampoco lo va a tener. El presidente pregona que estamos mejor, que hay superávit. Habrá superávit para ellos, pero para los de abajo no.
- ¿Qué siente cuando ve a su hijo en pancartas o en banderas levantadas por gente que está luchando?- Para mí es un honor, es un orgullo ser el papá de Darío. Y también se que, ante cada pancarta, ante cada pintada, hay un compañero que también está luchando por lo que estamos pidiendo. Es una manera de recordar a mi hijo y también a los culpables de esto. Y que Darío y Maxi no están solos.
- Respecto a la solidaridad de los piqueteros, esto de compartir lo poco que se tiene no es algo que reflejen los medios. Lo que muestran es el corte y el palo.- Yo siempre digo que después de la muerte de Darío, los medios se empezaron a preocupar realmente por cómo funcionaban los movimientos de desocupados. Parece que, tanto la sociedad como los medios se llevaron una sorpresa. ¿No? Lo que más se destaca es la contención que hace el movimiento de desocupados con los que pierden el trabajo. Una contención que tendría que hacer el gobierno. En la Verón, por ejemplo, tienen muchos proyectos comunitarios: hacen ladrillos, hay comedores, bibliotecas, enseñan computación a los chicos. Esto antes no se veía. Había prejuicios con los piqueteros. Yo siempre digo que ningún hombre o ninguna mujer quiere cortar un puente, una ruta o una calle. Dale trabajo y ellos no van a estar ahí, molestando. Un piquetero, un desocupado, ¿qué clase de paro puede hacer? Entonces tiene que buscar un método para que trasciendan sus reclamos. Y lo único que queda es cortar la ruta, por más que a algunos les moleste. Acá tengo que hacer una salvedad: yo se que hay mucha gente a la que le molestan los cortes pero también hay mucha otra que entiende y respeta. Porque lo que ha pasado en Avellaneda ha sensibilizado a una parte de esa sociedad.
Tal vez los medios de información muestren como un logro que la justicia sólo alcance a los peces más pequeños. Tal vez los medios sigan reflejando los cortes como un molesto problema de tránsito para la clase media y se alegren porque el gobierno por fin se puso los “pantalones largos” convirtiendo a Buenos Aires en zona militarizada. Tal vez hablen cada vez menos de cuando toda Avellaneda se convirtió en un coto de caza para el comisario Franchiotti y su hambrienta jauría.
Pasado un tiempo, algunos recordarán a los funcionarios duhaldistas parloteando sobre un supuesto enfrentamiento entre piqueteros. Otros retendrán en la memoria al mismísimo Franchiotti exagerando su papel de víctima cuando un hombre le calzó dos trompadas delante de las cámaras. Habrá quien recuerde anécdotas varias que saturaban la pantalla por aquellos días. Es así. Cada quien recuerda lo que quiere o lo que puede. Pero ¿habrá alguien que logre olvidar a Darío arrodillado tratando de ayudar a Maxi aun a riesgo de perder la propia vida y al jefe de la jauría disparándole por la espalda?

Alberto Santillán estuvo en Paraná, junto a su hija Mónica, el 19 de agosto pasado en la Escuela Normal invitado por la agrupación Utopía del Centro de Estudiantes de la Facultad de Humanidades de la Uader y el Colectivo Destrampe.NOTA APARECIDA EN EL COLECTIVO Nª6

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