Revista EL COLECTIVO

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miércoles, 7 de julio de 2010

HISTORIAS DE COFRADES

Una experiencia de vida en comunidad a principios de los 70
POR OSVALDO QUINTANA

(Publicado en Revista El Colectivo nº 25)


Los Cófrades de Paraná en Plaza de Mayo- Paraná - FOTO: ANA LITARDO

Eran tiempos apasionados donde unos soñaban con tomar el cielo por asalto y otros conocerse interiormente para luego cambiar a los demas. Tiempo de sueños inmensos y vivencias intensas. Tiempos en los que dos años equivalían a veinte. Jóvenes que ensayaban otra vida en medio del asfalto o fuera de la ciudad buscando respirar nuevos aires. Estos son retazos de una experiencia comunitaria poco conocida, contada por algunos de sus protagonistas.

“No somos esta piel de roña…/Somos adentro hermosos/ girasoles dorados"
ALLEN GINSBERG.

“Beba, no sabes, me han llenado la casa de melenudos y barbudos”. El Flaco y Alejo lanzan la carcajada cuando recuerdan el principio del fin de aquella primera experiencia de comunidad en Paraná. Era el comienzo de los años setenta, aunque la sociedad paranaense lucía a igual que hoy, su ortodoxia acostumbrada. Pero todavía se intentaba toleraba a aquellos primeros pelilargos que invadían las calles y ciudades. “Nosotros vendíamos las artesanías en la casa– rememora Alejo Herrera, músico y artesano, en su taller de Paraná XIV- Abríamos el garage y colgábamos los cueros. Y claro, atentábamos contra la moral y las buenas costumbres. Entonces tuvimos que irnos”. La Paz al 150, pleno centro, donde actualmente se encuentra un instituto. Esa era la casa que alquilaban, por entonces, a una escandalizada tía de Ricardo Legna.
“Yo, por entonces, andaba con un mameluco, en bolas abajo, con unos collares y el pelo por acá”, prosigue Alejo, bautizado, por ese entonces, como Adán Quieto, nombre artístico con el que llegó a grabar junto a la Cofradía de la Flor Solar (*). Dice haber sido el primer artesano que salió a vender sus cosas frente al recordado bar Flamingo, cuando las ferias artesanales aún no existían. Al rato muestra una foto que lo corrobora.”Luego apareció Carlitos Asiain, Rubén Ballesteros, este que fue secretario de Cultura: Viscarreta, la banda que venia de Brasil y de La Plata. Los primeros pelos largos, los primeros locos. La gente alucinaba”.


“Nosotros estudiábamos en La Plata”.- rememora, mate en mano, el Flaco Legna. Entonces vuelve a contar aquella historia que los tuvo como protagonistas y que ya forma parte de lo que luego se dio en llamar “rock nacional”. “Yo me fui a estudiar dirección de cinematografía y, cuando cierran el comedor universitario y la facultad, decidimos aprender juntos en una casa.
El relato se traslada hacia los años 67-68.tiempos de Ongania y la tristemente recordada “Noche de los Bastones Largos” que instauró la intervención de las universidades nacionales y el éxodo obligado de cientos de profesores. Represión y vaciamiento de los claustros universitarios. Tiempos oscuros, pero una antesala, sólo un aperitivo de lo que vendría después. Nosotros nos conocimos en Nogoyá, y allí hacíamos todo lo que hacen tipos con inquietudes artísticas en una ciudad chica: teatro para niños, música, obviamente bailábamos folklore. Ahí también empezó la gestación artística, de saber algo más. Por eso, quisimos especializarnos en La Plata”.
Por ese entonces, Manija Paz, Morcy Requena y Kubero Díaz, con la producción de Ricardo Legna, ya conformaban el trío Los Grillos, la banda inicial que luego se transformaría en La Cofradía de La Flor Solar. A su vez, otros músicos de Nogoyá, provenientes de otras corrientes del rock, como Alejo, Rubén Tzocheh” Lescano y Néstor Paúl, se acercaban a la comunidad y pasaban a ser parte de la misma.


La experiencia de calle La Paz duró todo el año 73. Al comienzo solo eran tres parejas: el gallego Enrique y Ana Litardo junto a Sur su hijo, Herrera, Legna y una chica amiga del gallego, llamada Chaina. Enrique, un excelente artesano y maestro de Tai Chi tenía muchas conexiones con comunidades de Mardel y El Bolsón. Al poco tiempo comenzó a llegar más gente y pasaron a ser alrededor de quince personas, “un crisol de comunidades”, define riendo Legna y cuenta de su viaje a Buenos Aires a la calle Conesa donde tenía su casa Miguel Cantilo junto a parte de la banda que había vivido en el Bolsón. Y cuando se enteraron, bueno, ya sabían la dirección de casa”. Dos días después un tren proveniente de Buenos Aires traía, entre otros, a Isabel Vivanco, Kubero Díaz, su hija Luciana y Néstor Paúl.
Isabel Vivanco por entonces era estudiante de Bellas Artes y trabajaba junto a Miguel Grimberg en un lugar llamado el reducto de la Flor Solar de donde salió el nombre de la Cofradía. Miguel era un periodista muy ligado al rock desde su nacimiento, que se constituyó con el tiempo en el padre espiritual e intelectual del grupo. En el reducto de la Flor Solar Isabel leía y ayudaba a Grimberg con la publicación de las revistas under de la época: Eco Contemporáneo, Sol Calmo, etc. Ahora, ella llegaba junto a Cofrades que habían tomado distintos caminos, mientras se agregaban otros: sus propios hijos.

“Yo llegue a La Plata cantando folklore y debuté el mismo día que lo hacía La Cofradía - rememora Herrera -Me llevaron a una prueba a Pororó, un boliche que estaba pintando el Mono Cohen junto a otros cófrades, el primer boliche pop que hubo en La Plata. Algo alucinante”. Cohen, mas conocido como Rocambole era por aquel entonces manager y una especie de líder del grupo. Años después, su obra como artista plástico sería reconocida masivamente como autor del arte de Los Redonditos de Ricota. “Yo llegue a dedo, sin un centavo- continua Alejo- Nos hicieron cantar ahí, cobramos, comíamos ahí. Yo me fui loco, desesperado. Irme fue alucinante. Tenía una veterinaria, en Nogoyá nos iba recontra bien, deje todo y me vine a estudiar quinto año a Paraná. Pero ya estaba volado porque Morcy me dijo:” Venite, que tenemos una casa, que leemos todos juntos, hacemos música, estamos empezando con las artesanías” Desde que el me dijo eso hasta que me fui habrán pasado dos meses mas o menos. Me cambio la vida totalmente”.


CASA DE LA LUNA - LA PLATA (FOTO ANA LITARDO)

Kubero Díaz vivía a una cuadra de la casa del Flaco Legna, en los pagos de Nogoyá; y ya por los años 63-64 sacaba temas de Los Beatles, gracias a una radio de onda corta con la que escuchaba emisoras de Londres. “Siempre fue un capo para la música”- define Alejo y recuerda a Kubero en la casa de calle La Paz: “El loco se sentaba en un rincón con una guitarra y con eso era feliz. Cuando llegó con Isabel, yo tenía una que era una caja de zapatos. Me la pidió y se la presté. Yo nunca escuche sonar una guitarra así esa noche en el patio de calle La Paz. Un oído alucinante. Parecía “la guitarra”.


La vida en comunidad era una forma nueva de familia. Una idea donde las familias son de muchos: las tribus. Donde cada uno ponía lo mejor de sí: estaban quienes hacían artesanías, algunos cocinaban, unos lavaban los platos, otros buscaban agua. Siempre alguien estaba dispuesto a hacerlo. “Había una predisposición a llevarse bien, por una cuestión cósmica quizás”, arriesga Legna. Aunque, en los comienzos, cuando se hablo de socializar el dinero en la casa, hubo gente que se apartó. La idea mía era: “Muchachos, acá está esta caja y este cuadernito. Acá todo el dinero. Anotar, por ejemplo, por venta de 12 carteras, tanto”. Después sacar para carne, papas, cigarrillos, un vino. Se hacían trueques. Con Pororó hacíamos trueque por un mes de ir a comer. Por ahí no había para la comida y eran esas las discusiones diarias que podían existir. El cuaderno habrá durado dos meses porque era más la decadencia de dinero que lo otro”.

La historia cofrádica en Bajada Grande
podría encuadrarse dentro de las muchas que surgieron luego del desbande. “El abanico de caminos”, al decir del Mono Cohen.
La cortada 8 no estaba tan poblada como ahora. Era mas bien solitaria cuando Alejo junto a otro amigo se coparon con el lugar y le preguntaron a don Ríos, un pescador de la zona, si no sabía de algún lugar que se alquilara. “Ahí, frente suyo”, fue la rápida respuesta que viabilizó las cosas.
Hoy, sábado, bordeando el mediodía y 25 años después, el paso hacia el río está cortado y la casa - ironías del destino - está ocupada por un policía.

En el 72, la comunidad de La Plata fue desarmada por apremios ilegales. Había una orden de Manrique, por entonces Ministro de Acción Social de hacer desaparecer la Cofradía. Habían gestado otra forma de vivir que escapaba a la maquinaria del sistema. Al principio eran diez, después cien. Cada vez se sumaba más gente. “Pelo largo y barba en pleno gobierno de facto- acota Legna con una sonrisa- Ya pensar era malo, imaginate. Éramos diferentes, no nos atábamos a nada. El trabajo artesanal fue eso: estar fuera del sistema. Vivir de lo que producías. Algo fantástico para nosotros pero no para el sistema. ¿Quienes son estos? ¿Quien sabe que se traen atrás?” Memorioso, recuerda que allá por el 69, la casa había albergado las primeras reuniones políticas de todos los partidos revolucionarios en la Plata.
Por todo eso, el último tiempo de la Cofradía fue bastante pesado. El clima tampoco era el mismo. “Yo tuve problemas en la Plata”, rememora todavía con tristeza Ricardo Legna. “Andaba por la calle caminando y un buen día pasó un camión celular, me levantó y listo. Fui torturado, me quemaron con cigarrillos. Me agarró un bajón anímico, pero después, por suerte, pude superarlo”.
En Mardel la policía les habían puesto una “bolsa”y los habían llevado preso a todos. En realidad muchos fumaban pero ese día no tenían nada. Los largaron a las 24-48 horas aunque no la pasaron muy bien. El Mono y Tzocneth Lezcano fueron los más afectados.
Rocambole señalaría tiempo después, en una entrevista, que la experiencia comunitaria, hasta principios de los 70, “estaba todo bien, porque todavía no se había instalado en el imaginario el hecho del hippie drogadicto. Hasta ese momento sólo éramos gente rara”, concluía.


En ese entonces por Bajada Grande vivía poca gente., rememora Alejo: “Estaba don Ríos, una familia de escribanos, el hijo del viejo que me había permitido sacar agua, luego nos denunció y terminó re amigo porque se había enamorado de Chaina, una de las gurisas de ahí, que cantaba hermosos blues. Entonces, la relación con los vecinos era espectacular, fuimos aceptados. Íbamos al almacén, teníamos cuenta. Pasábamos por la policía “Muchachos mañana vamos a ir a buscar una pulsera” También íbamos a cenar a un montón de casas de Bajada.
Un sueño la imagen de la casa de las gentes de allí, de los pescadores, barro, troncos, paja. Hermosos ranchos. Había una gran vertiente natural de donde sacábamos el agua pura, debajo de la fábrica Llave. Eran épocas mucho mas tranquilas. Íbamos al bar El Ombú a charlar y mirarle la hija al dueño que se llenó de pulseras porque cada uno le llevaba algo”. Alejo lanza otra carcajada, se acuerda de Oscar “el Tiche”, uno de sus amigos, apodado así porque era un poco maestro. Flaco, alto, barbudo, melenudo como todos. “El loco se hizo una casucha sobre el agua directamente. Le quedaba un pasillito, la barranca, para salir de la pieza. Era muy difícil entrar. Construcción de barro y chapa. Vivía con nosotros también pero después se llevó la novia y e loco pescaba, era maestro de todos los tarros, los espineles”. Se había hecho amigo de todos los pescadores con quienes aprendió el arte de la pesca que luego se encargó de transmitir a los demás. De vez en cuando, El Tiche visitaba a un músico que vivía en la cortada vecina. El vecino se llamaba Linares Cardozo.

La casa no era demasiado grande y pertenecía por entonces a Bernardo Vivas, el dueño de la bicicletería. Normalmente se entraba por el fondo en donde había dos o tres carpas con gente que se había sumado. Tenía un porche grande con un gran asador bajo techo que daba hacia el Norte, hacia el río. Seguía un living grande y una habitación más. Era, básicamente, esos tres lugares. Se vivía una pareja por ahí, una por acá. El flaco y Alejo trabajaban en artesanías en cuero. Legna pasaba mediodía en su trabajo (un banco cooperativo) y a veces ayudaba también a vender. Las carpas individuales albergaban a la gente nueva quienes, aunque casi no se integraban al resto, usaban el lugar, sobre todo en invierno. Legna opina que hubo un año donde se convivió bien. Después ya fue caótico el asunto. “No se sabía quienes eran, como eran, que experiencia tenían. Un día llego, porque Alejo y el Gallego con su compañera habían ido a Tucumán como invitados a una muestra artesanal. Entonces, como tenía que alimentar unos perros, me iba día por medio. Un día llego y la puerta estaba abierta. Me voy por el fondo: una carpa instalada. Era Hugo Arpayu de la comuna de Mardel con su esposa y Juan un nenito recién nacido. “Somos amigos del Gallego”. Ya estaban instalados. Por Arpayú comenzó a llegar el Vikingo junto a Amalia, su compañera. Años después el Vikingo pasaría a ser jefe de plomos de los Redondos. Cuando se fueron Alejo y el gallego yo ya no veía la onda. Sabía que pasaban cosas más pesaditas con las que no estaba de acuerdo y, aunque no me tocase de lleno, no era para mí”.
Cuando llegó Miguel Cantilo, a mediados del 74, Legna ya no estaba.

El caudal intelectual y de nuevas visiones se desarrolló en cada una de las comunidades.- analiza hoy Ricardo Legna, revolviendo una infinidad de recortes de la época- No salió algo tan sustancial que pueda decirse: esto fue una comunidad, una organización. Estábamos organizados porque veníamos haciéndolo, pero en el espíritu comunitario no había grandes propuestas ni grandes alucinaciones o grandes idearios. Pasa que el fervor del peronismo en el 73 era muy grande. Algunos iban a la Unidad Básica de Bajada porque les gustaba: Ángela, Ana, la esposa del gallego y Alejo. Ellos estuvieron en Ezeiza que para mi fue una parodia. En un tiempo de esperanza y una sociedad politizada nosotros estábamos más allá de eso. Los bastiones de la contracultura eran alterar el orden como el rock, pero también se hacía una apertura a otras miradas”.

Tanto Legna como Herrera no dudan en calificar aquella experiencia como única y valiosa, algo que los marcó para siempre Aunque continúen creyendo que cada generación debe plantearse su mirada “Aprendimos siendo comunitarios de verdad con la fuerte intención de aprender a descubrir lo que era no ser egoístas, ser comunitarios, ser hermano, ser familia”-define Legna- Los problemas que quizás tuvimos en los comienzos de la Cofradía en La Plata no eran los mismos que tuvimos en Bajada porque ya estaban superados en nosotros como comunidad. Ya estaba instaurado. Cada uno aportaba lo suyo. Bastaba que irradiara esa energía que uno quería, una energía que estaba metida en ese hilo que nos llevaba a ser diferentes. La base de amor y fraternidad ya estaba. Existían bases instauradas que no había que discutirlas .Aquella fue una época donde todo estaba por hacerse. Nos levantábamos por las mañanas y era un entusiasmo, para charlar, para pensar, para crear”.
“Nos abrió mucho la cabeza” - interpreta Herrera, quien dice añorar a veces aquella época: “Cenar en la Cofradía era algo maravilloso, una mesa larga en la cocina y charlar. En esa misma cocina Rocambole hizo sus primeros afiches en Planigraf. Todo a mano. Todavía recuerdo el primer afiche de Guevara que decía” No podemos eludir el llamado de la hora”.

Por aquel entonces convivían dos posturas: la de aquellos que quería tomar el poder y desde ahí cambiar todo y quienes querían primero cambiar ellos mismos, para modificar la sociedad. El hombre nuevo automáticamente cambiaría la sociedad, de una forma no egoísta ni acaparadora, con la libertad que buscaban transmitir a sus hijos. “Queríamos descubrirnos que también es una forma de saber que es lo que puede guillotinarte la cabeza” - define Legna, mientras la noche del domingo va cayendo y la charla debe concluir. En el camino seguirá resonando aquella última definición: Se trataba de cambiar uno primero porque el resultado de la sociedad es el resultado de lo que uno quiera mirar, el pragma. La sociedad puede organizarse desde el punto de vista de la ideología o del pragma. Entre esas dos cosas transcurre toda la vida.

(*) http://mqc.blogspot.com/2009/06/adan-quieto-y-la-cofradia-de-la-flor.html
Gracias a Ana Litardo por las fotos y a Rocambole por su predisposición.

LOS PIONEROS DEL MERCOSUR
POR RICARDO “MONO” COHEN

Yo no participé de la experiencia de Bajada Grande, que si fue protagonizada por Adán Quieto (Alejandro Herrera) Ricardo Legna, El Gallego Enrique García, Néstor Damis y otros. Cuando se produce la "Diáspora" de La Cofradía de la Flor Solar se abre un abanico de caminos que los cofrades fraccionados inician con suerte diversa. Así algunos se van a instalar a Brasil, otros inician su peregrinación al sur, unos cuantos retornan a Entre Ríos. Mas tarde el destino también sería Europa. No fue mi caso. Luego del desbande, pasé unos meses en Mar del Plata, luego retorné a la ciudad Geométrica (La Plata) para mas tarde enfocar la brújula a Sao Pablo, en Brasil. Se que algunos tomaron el sendero de los valientes yendo por el norte y, a través de Bolivia llegar a Machu Pichu. No hace tanto tiempo retomé un contacto perdido desde aquellas épocas, el de Luís Creus que estuvo todo este tiempo recluido en Paraguay. En fin, creo que los cofrades merecerían ser considerados los pioneros del "Mercosur".

UTÓPATAS
POR MIGUEL CANTILO (*)

Bajada Grande es una zona de la hermosa ciudad de Paraná donde una inclinación de sus suburbios conduce inevitablemente a la rivera del histórico río homónimo. Allí un grupo de artesanos había formado una comunidad sustentada sobre la base de trabajos en cuero y metal de alta profesionalidad. Se los había aceptado en la sociedad paranaense con reservas, respetando la inobjetable calidad de sus productos y la serenidad de una vida sin escándalos, aunque marginal en sus hábitos.
Yo conocía a la mayoría de aquellos hippies de la primera época, y así fue como me encontré nuevamente con Olaf, el sonriente escorpiano de la vieja cabaña del Qemquemtreu en el Bolsón, que ahora me hablaba de “las necesidades del movimiento” y tiraba el I Ching para darle una interpretación que unía nuestros proyectos comunitarios. El Vikingo, una verdadera leyenda entre los “plomos” del rock, en receso de su actividad principal, se dedicaba entonces circunstancialmente a la artesanía. Y otros, como Hugo, hermano del antes mencionado Olaf, se dedicaban a la orfebrería avanzada. En general, la gente que habitaba este sitio eran utópatas, en busca de libertad, naturaleza, conocimiento, paz y amor, mientras en la capital López Rega, Isabel Perón y Lastiri desgobernaban el pastel que los militares decoraban para el gran banquete, y los Montoneros y el Ejercito Revolucionario del Pueblo combatían desde la clandestinidad por el sueño de la Patria Socialista , secuestrando acaudalados empresarios y diseñando un programa bélico en el cual la infantería nunca tuvo un nombre más apropiado: eran apenas estudiantes y obreros de corta edad, chicos heroicos inspirados en el Che Guevara, admirables kamikazes confiados en torcer el rumbo de la historia en sentido más justo e igualitario, tan equivocados respecto de la factibilidad de sus ambiciones como nosotros, que pensábamos en descubrir claves para una nueva sociedad cantando canciones, tomando drogas, creando obras artísticas que inauguraran otro lenguaje, otra oportunidad para la vida .
(*) Del libro CHAU LOCO, Los hippies en la Argentina de los sesenta” Editorial Galerna. 2001-



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2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola, mi nombre es Carolina Alvarez Paramo, quisiera saber si podria publicar la foto
CASA DE LA LUNA - LA PLATA (FOTO ANA LITARDO)
en un libro de texto escolar de Sm ediciones.
Muchisimas gracias
Carolina

Anónimo dijo...

Hola Carolina, de nuestra parte no hay inconveniente alguno. Pero te pediría que nos envies la solicitud a elcolectivo2004@yahoo.com.ar y nosotros se la reenviamos a Ana, que es quien nos facilitó la foto. Soy Osvaldo, de la revista. Te mando un abrazo.