Entrevista a Soledad Burnichón
Una vez me preguntaron cómo era ser hija de María. No pude contestar de una manera unívoca, ni sin hacer la salvedad sobre que soy una de sus cuatro hijos (dos varones y dos mujeres), para cada uno de los cuales la experiencia ha tenido un significado singular. Pero puedo asegurar que todos nosotros hemos contado con ella de manera incondicional, que estuvo siempre que la necesitamos, hasta en los momentos y de las formas más impensables. Sin embargo, esto no fue sólo lo que muchas madres hacen naturalmente por sus hijos, sino parte de su actitud generosa y solidaria hacia mucha más gente –amigos, alumnos, otros familiares, algún allegado ocasional...–, aunque con nosotros la tuvo de manera quizá más intensa y constante; y así fue siempre, desde mis más lejanos recuerdos hasta los últimos, cuando convivimos como cuando nos separaron muchos kilómetros. Su presencia estuvo además marcada por la mesura, por escuchar antes que hablar, por dejar que el otro pensara e hiciera antes que imponer su parecer, valorando lo de una, provocando que una misma buscara respuestas a preguntas que también provocaba, aún sin sugerirlas. La recuerdo como una madre inmensamente querible, de mirada y escucha atentas, de corazón y pensamiento abiertos, de cálido interés y de tenue contacto físico.
¿Qué fue lo más importante que aprendió de ella?
Me resulta difícil hablar de “lo más importante”, pero creo que su ética, los principios y valores que asumió en su práctica tanto profesional, como ciudadana en general y en lo más doméstico y cotidiano de la vida familiar, fue una fuente de luz para quienes compartimos o presenciamos su coherencia entre el pensar, el decir y el hacer en distintos ámbitos.
¿En que aspectos se reconoce en ella?
Supongo que en algunos rasgos como el ser exigente en hacer lo necesario, rigurosa en tratar que eso sea lo más pertinente, confiada y respetuosa de las capacidades de los otros y de sus distintas formas de comunicarlo.
Una vez me preguntaron cómo era ser hija de María. No pude contestar de una manera unívoca, ni sin hacer la salvedad sobre que soy una de sus cuatro hijos (dos varones y dos mujeres), para cada uno de los cuales la experiencia ha tenido un significado singular. Pero puedo asegurar que todos nosotros hemos contado con ella de manera incondicional, que estuvo siempre que la necesitamos, hasta en los momentos y de las formas más impensables. Sin embargo, esto no fue sólo lo que muchas madres hacen naturalmente por sus hijos, sino parte de su actitud generosa y solidaria hacia mucha más gente –amigos, alumnos, otros familiares, algún allegado ocasional...–, aunque con nosotros la tuvo de manera quizá más intensa y constante; y así fue siempre, desde mis más lejanos recuerdos hasta los últimos, cuando convivimos como cuando nos separaron muchos kilómetros. Su presencia estuvo además marcada por la mesura, por escuchar antes que hablar, por dejar que el otro pensara e hiciera antes que imponer su parecer, valorando lo de una, provocando que una misma buscara respuestas a preguntas que también provocaba, aún sin sugerirlas. La recuerdo como una madre inmensamente querible, de mirada y escucha atentas, de corazón y pensamiento abiertos, de cálido interés y de tenue contacto físico.
¿Qué fue lo más importante que aprendió de ella?
Me resulta difícil hablar de “lo más importante”, pero creo que su ética, los principios y valores que asumió en su práctica tanto profesional, como ciudadana en general y en lo más doméstico y cotidiano de la vida familiar, fue una fuente de luz para quienes compartimos o presenciamos su coherencia entre el pensar, el decir y el hacer en distintos ámbitos.
¿En que aspectos se reconoce en ella?
Supongo que en algunos rasgos como el ser exigente en hacer lo necesario, rigurosa en tratar que eso sea lo más pertinente, confiada y respetuosa de las capacidades de los otros y de sus distintas formas de comunicarlo.
(NOTA COMPLETA EN REVISTA EL COLECTIVO 15)
2 comentarios:
Gracias por ocuparse de Maria. Una gran educadora y mejor persona. Que bueno que le hagan un espacio.
Lorena
Gracias por ocuparse de Maria. Una gran educadora y mejor persona. Que bueno que le hagan un espacio.
Lorena
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