“¿Cómo harás para luchar por los demás sin haber luchado siquiera como un animal acorralado para proteger tu corazón mutilado?” (Enrique Simns)
Fue un día cualquiera cuando comenzamos a acostumbrarnos. Cuando, casi sin darnos cuenta, traspasamos esa delgada línea que divide el derecho del revés. Nos dimos por vencidos y caminamos las mismas calles, sospechosamente satisfechos; mientras nuestros pasos comenzaban a perder el rumbo. Balbuceando un grito monótono e inútil, cabalgamos junto al ejército de los disciplinados con el miedo escondido tras el cinismo, soñando con la última migaja de la nada.
“Es lo que hay” nos repitieron y el eco de esas voces se multiplicó hasta que aquella frase, armó todas nuestras piezas, tranquilizando las conciencias. De pronto, la piel del mundo dejó de dolernos, lo monstruoso se nos antojó normal y el mundo inmundo nos pareció un lugar habitable. Con infinita paciencia esperamos en vano que la copa se derramara. Algunos jugaron “a hacer algo”. Otros creyeron tocar el cielo con las manos cuando los garcas los invitaban a su mesa.
“Es lo que hay “repitieron los medios de incomunicación y aquello nos hizo sentir más acompañados y menos miserables. Así, ya sin culpa, seguimos jugando los juegos que nos proponían, discutiendo sus discusiones, soñando sus sueños, resolviendo palabras cruzadas por mail, pastoreando como imbéciles con las anteojeras que nosotros mismos habíamos ayudado a construir. Sonrientes en nuestro corralito.
El día que encontraron el precio de cada uno, descubrieron que no había sido tan difícil: la billetera abultada, una palmadita en la espalda, la gloria de un subsidio, el supuesto prestigio de legitimar engendros constitucionales para después ilustrar la tapa del Billiken o ser citados en un programa de Felipe Piña.
El día que todo esto pasó también descubrimos, ya sin falsa inocencia, que no había lugar donde esconderse y que uno siempre cosecha lo que siembra. Que algo perdimos en el camino. Que nada se logra sin poner el cuerpo en el intento. Que lo que hay es lo que hemos permitido que sea. Todo lo demás son excusas, placebos. Aspirinas para las buenas conciencias.
Fue un día cualquiera cuando comenzamos a acostumbrarnos. Cuando, casi sin darnos cuenta, traspasamos esa delgada línea que divide el derecho del revés. Nos dimos por vencidos y caminamos las mismas calles, sospechosamente satisfechos; mientras nuestros pasos comenzaban a perder el rumbo. Balbuceando un grito monótono e inútil, cabalgamos junto al ejército de los disciplinados con el miedo escondido tras el cinismo, soñando con la última migaja de la nada.
“Es lo que hay” nos repitieron y el eco de esas voces se multiplicó hasta que aquella frase, armó todas nuestras piezas, tranquilizando las conciencias. De pronto, la piel del mundo dejó de dolernos, lo monstruoso se nos antojó normal y el mundo inmundo nos pareció un lugar habitable. Con infinita paciencia esperamos en vano que la copa se derramara. Algunos jugaron “a hacer algo”. Otros creyeron tocar el cielo con las manos cuando los garcas los invitaban a su mesa.
“Es lo que hay “repitieron los medios de incomunicación y aquello nos hizo sentir más acompañados y menos miserables. Así, ya sin culpa, seguimos jugando los juegos que nos proponían, discutiendo sus discusiones, soñando sus sueños, resolviendo palabras cruzadas por mail, pastoreando como imbéciles con las anteojeras que nosotros mismos habíamos ayudado a construir. Sonrientes en nuestro corralito.
El día que encontraron el precio de cada uno, descubrieron que no había sido tan difícil: la billetera abultada, una palmadita en la espalda, la gloria de un subsidio, el supuesto prestigio de legitimar engendros constitucionales para después ilustrar la tapa del Billiken o ser citados en un programa de Felipe Piña.
El día que todo esto pasó también descubrimos, ya sin falsa inocencia, que no había lugar donde esconderse y que uno siempre cosecha lo que siembra. Que algo perdimos en el camino. Que nada se logra sin poner el cuerpo en el intento. Que lo que hay es lo que hemos permitido que sea. Todo lo demás son excusas, placebos. Aspirinas para las buenas conciencias.
1 comentario:
Todo es cierto, todo es lamentable.
Pero nos queda la esperanza.
Serggio, optimista
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