POR CLAUDIA KOROL (*)
Jorge Julio López está desaparecido. Miles de hombres y mujeres, jóvenes de hoy, jóvenes de ayer -barbas blancas, heridas en la piel-, salimos a las calles a gritar una consigna que parecía sacudirnos cada vez que la repetíamos... “ahora, ahora, resulta indispensable, aparición con vida y castigo a los culpables...”... y como letanía regresaba el... ¿ahora? ¿ahora?... ¿otra vez ahora? ¿cuántos ahora tantas veces repetidos?... ahora... ¡resulta insoportable!. El cuerpo todo reacciona desde su memoria de dolor y de espanto. No es fácil caminar por la Plaza de Mayo, con esa consigna a cuestas. No por haberla cantado tantas veces, duele menos.
El poder vuelve a herir, golpea dos veces la herida, desaparece al desaparecido. El poder devuelve el golpe. Se pinta la cara. La casa no está en orden. Los administradores de turno, sienten el mal aliento de un sistema que “reorganizó la Nación”, es decir, que reconstruyó el capitalismo una y otra vez, sobre la base de sucesivos genocidios y posteriores impunidades. El genocidio no empezó en el 76. Antes, el capitalismo desapareció a los pueblos originarios, a los afrodescendientes, a los obreros de la Patagonia...Cuando Julio desaparece, grita la memoria desde la tierra. Ahora. Ahora. La casa no está en orden. Jueces amenazados, testigos amenazados, siembra de miedo y confusión. A partir de ahí se desata una catarata de reacciones entre estúpidas e infames. “El primer desaparecido en democracia”, dispara Felipe Solá... sin recordar que en su provincia, precisamente ha desaparecido Miguel Bru -asesinado en la Comisaría 9º de La Plata en agosto de 1993-. (Miguel Bru tenía 23 años cuando fue desaparecido, y acababa de presentar una denuncia judicial contra la brigada de la comisaría 9º). Uno de los principales testigos en el juicio, Jorge Ruarte, estando preso, recibió tres puñaladas... Es una larga lista la de los desaparecidos y asesinados “en democracia”, y también es larga la lista de testigos de distintas causas penales contra las fuerzas represivas, que han sido amedrentados, agredidos, amenazados... e incluso asesinados. Algunos de los organismos de derechos humanos y de los movimientos de ex piqueteros, devenidos “ahora” funcionarios, se preocupan más que en resolver el dilema político y ético -la emboscada a la democracia- que significa la desaparición de Julio, en deslindar las posibles responsabilidades del gobierno provincial o nacional. Todo parecería ser una gran trampa en la que la víctima no sería el compañero desaparecido, Julio López, sino el gobierno. Las víctimas serían quienes teniendo el poder y la legitimidad para terminar con la impunidad, están más preocupados en hacer propaganda de los derechos humanos que en hacerlos efectivos. En este perverso juego, la víctima vuelve a desaparecer.¡Qué enojo y que tristeza causan las declaraciones de Hebe de Bonafini quien en momentos en que debería colocar todo el esfuerzo en la búsqueda del compañero, siembra dudas sobre su condición de militante, sobre el carácter típico o no de su desaparición, revictimizando a la víctima!Argentina es un país atravesado y enfermo por la impunidad. Si hay algo de salud en nuestra sociedad, ésta ha sido generada por la movilización colectiva, por la memoria marchando, por la capacidad de resistir cada una de las maniobras realizadas desde el poder, y desde sus diversas maneras de dividir y de desaparecernos.Si hay algo de salud en nuestra sociedad, es porque una y otra vez aparecemos nuestros sueños, nuestra esperanza de un mundo mejor, nuestro compromiso. Porque no nos reconciliamos con los que nos oprimen y desaparecen, y porque -como dicen los hijos- “a dónde vayan los iremos a buscar”.Hoy desaparecieron a Julio López, y lo seguimos buscando. En cualquiera de las hipótesis posibles, Julio es la víctima. Y junto a Julio, la sociedad que vuelve a ser atacada por los fantasmas del miedo. ¿Cómo conjurarlos? ¿Cómo avanzar sin perder lo conquistado con nuestra rebeldía?La desaparición de Julio, pone en la superficie de esta vuelta de la historia lo que estaba oculto. Relaciones de poder que integran una trama extensa de complicidades, para la cual la impunidad es necesaria, como sostén de sus políticas centrales que aseguran las máximas ganancias a las trasnacionales y a la burguesía criolla, sobre la base del despojo de nuestros pueblos.¿O no sucedió también en estos mismos días, la represión en Catamarca a los vecinos que se movilizaban contra los proyectos contaminantes de la minería? ¿O no sucede en este mismo tiempo y lugar, y precisamente en la provincia de Buenos Aires, que cinco mil presos están en huelga de hambre, reclamando que se aceleren los juicios, porque viven condiciones de hacinamiento y muerte cotidiana en “las cárceles de la democracia”? ¿O no sigue sin aclararse la desaparición de Diego Duarte, de quince años, en el CEAMSE -también en los predios de Solá-? ¿Y las muertes en General Mosconi -también en democracia? ¿Y las chicas de la dársena, en Santiago del Estero? ¿Y las prostitutas muertas en Mar del Plata? ¿Y Darío? ¿Y Maxi? ¿Y Pocho Lepratti? ¿Y Teresa Rodríguez? ¿Y Aníbal Verón? ¿Y los chicos del 19 y 20 de diciembre?... ¿Y las tantas víctimas de la corrupción? ¿Y los pibes de Cromañon? ¿Y los muertos por el gatillo fácil?... No se olviden de Cabezas... Siempre atrás de cada muerte la policía, la gendarmería, las fuerzas represivas. Cuidando privilegios, resguardando los intereses del poder. Defendiendo prebendas... y hasta coimas. El 3 de octubre, comienza el juicio público a los presos de la Legislatura. Antes de caer, Béliz alcanzó a decir que había habido un complot de la SIDE... Nunca se aclaró. Pero los presos y presas pasaron 13 meses en las cárceles, víctimas de un sistema político y judicial decidido a “poner orden” en la casa, dejando en el desamparo, precisamente, a los más desamparados.No nos vamos por las ramas cuando recordamos, que en cada una de estas acciones de “reorganización de la Nación”, de restauración de la gobernabilidad, fue necesario recurrir a esas fuerzas represivas. Así ocurrió también en Las Heras, con los sin trabajo. O en los desalojos de los pueblos originarios en los conflictos por la tierra. Esas fuerzas represivas, se cobran su trabajo con la impunidad. Y si un juicio como el de Etchecolatz la pone en cuestión, muestran entonces que tienen “voluntad propia”, que hay “solidaridades corporativas”, asoman las garras. Los carapintadas enseñan los dientes. Tienen sus congresales, sus legisladores, sus jueces. Pero también se tienen a sí mismos. Y ahí están, para recordarlo.¿Cómo hacer entonces para que el miedo no nos paralice? ¿Cómo hacer, para que el enojo que hoy sentimos con quienes están mirando hacia otro lado, no vuelva a colocar a toda la sociedad en estado de vulnerabilidad o indefensión, de desconfianza y de impotencia?Una vez más, ahora, resulta indispensable, mirarnos a los ojos y re-conocernos en la marcha. En la resistencia que continúa. Porque no podemos aflojar, cuando sabemos que acabamos de dar un paso importante con la prisión de uno de los genocidas, condenado precisamente por crímenes de lesa humanidad. Ahora, apretar los puños, abrazarnos, y seguir andando. Ahora, curarnos unos a otros las heridas. Acariciarnos en nuestras cicatrices. Abrigarnos con las banderas multicolores que expresan todas las rebeldías, todas las posibles y deseadas emancipaciones. Ahora caminar. No detenernos. Sostener el desafío.Ahora, gritar fuerte, porque Julio somos todos. Julio somos todas. Porque tenemos que aparecer una vez más, las veces que sea necesario, para derrotar no a un grupo aislado, no a una patrulla extraviada, sino al poder. Ahora, juntar fuerzas para vencer al miedo y al dolor. Ahora, resulta indispensable, pronunciar con más claridad que nunca la palabra que nombra la vida, que la aparece con vida... Y el castigo a los culpables.
El poder vuelve a herir, golpea dos veces la herida, desaparece al desaparecido. El poder devuelve el golpe. Se pinta la cara. La casa no está en orden. Los administradores de turno, sienten el mal aliento de un sistema que “reorganizó la Nación”, es decir, que reconstruyó el capitalismo una y otra vez, sobre la base de sucesivos genocidios y posteriores impunidades. El genocidio no empezó en el 76. Antes, el capitalismo desapareció a los pueblos originarios, a los afrodescendientes, a los obreros de la Patagonia...Cuando Julio desaparece, grita la memoria desde la tierra. Ahora. Ahora. La casa no está en orden. Jueces amenazados, testigos amenazados, siembra de miedo y confusión. A partir de ahí se desata una catarata de reacciones entre estúpidas e infames. “El primer desaparecido en democracia”, dispara Felipe Solá... sin recordar que en su provincia, precisamente ha desaparecido Miguel Bru -asesinado en la Comisaría 9º de La Plata en agosto de 1993-. (Miguel Bru tenía 23 años cuando fue desaparecido, y acababa de presentar una denuncia judicial contra la brigada de la comisaría 9º). Uno de los principales testigos en el juicio, Jorge Ruarte, estando preso, recibió tres puñaladas... Es una larga lista la de los desaparecidos y asesinados “en democracia”, y también es larga la lista de testigos de distintas causas penales contra las fuerzas represivas, que han sido amedrentados, agredidos, amenazados... e incluso asesinados. Algunos de los organismos de derechos humanos y de los movimientos de ex piqueteros, devenidos “ahora” funcionarios, se preocupan más que en resolver el dilema político y ético -la emboscada a la democracia- que significa la desaparición de Julio, en deslindar las posibles responsabilidades del gobierno provincial o nacional. Todo parecería ser una gran trampa en la que la víctima no sería el compañero desaparecido, Julio López, sino el gobierno. Las víctimas serían quienes teniendo el poder y la legitimidad para terminar con la impunidad, están más preocupados en hacer propaganda de los derechos humanos que en hacerlos efectivos. En este perverso juego, la víctima vuelve a desaparecer.¡Qué enojo y que tristeza causan las declaraciones de Hebe de Bonafini quien en momentos en que debería colocar todo el esfuerzo en la búsqueda del compañero, siembra dudas sobre su condición de militante, sobre el carácter típico o no de su desaparición, revictimizando a la víctima!Argentina es un país atravesado y enfermo por la impunidad. Si hay algo de salud en nuestra sociedad, ésta ha sido generada por la movilización colectiva, por la memoria marchando, por la capacidad de resistir cada una de las maniobras realizadas desde el poder, y desde sus diversas maneras de dividir y de desaparecernos.Si hay algo de salud en nuestra sociedad, es porque una y otra vez aparecemos nuestros sueños, nuestra esperanza de un mundo mejor, nuestro compromiso. Porque no nos reconciliamos con los que nos oprimen y desaparecen, y porque -como dicen los hijos- “a dónde vayan los iremos a buscar”.Hoy desaparecieron a Julio López, y lo seguimos buscando. En cualquiera de las hipótesis posibles, Julio es la víctima. Y junto a Julio, la sociedad que vuelve a ser atacada por los fantasmas del miedo. ¿Cómo conjurarlos? ¿Cómo avanzar sin perder lo conquistado con nuestra rebeldía?La desaparición de Julio, pone en la superficie de esta vuelta de la historia lo que estaba oculto. Relaciones de poder que integran una trama extensa de complicidades, para la cual la impunidad es necesaria, como sostén de sus políticas centrales que aseguran las máximas ganancias a las trasnacionales y a la burguesía criolla, sobre la base del despojo de nuestros pueblos.¿O no sucedió también en estos mismos días, la represión en Catamarca a los vecinos que se movilizaban contra los proyectos contaminantes de la minería? ¿O no sucede en este mismo tiempo y lugar, y precisamente en la provincia de Buenos Aires, que cinco mil presos están en huelga de hambre, reclamando que se aceleren los juicios, porque viven condiciones de hacinamiento y muerte cotidiana en “las cárceles de la democracia”? ¿O no sigue sin aclararse la desaparición de Diego Duarte, de quince años, en el CEAMSE -también en los predios de Solá-? ¿Y las muertes en General Mosconi -también en democracia? ¿Y las chicas de la dársena, en Santiago del Estero? ¿Y las prostitutas muertas en Mar del Plata? ¿Y Darío? ¿Y Maxi? ¿Y Pocho Lepratti? ¿Y Teresa Rodríguez? ¿Y Aníbal Verón? ¿Y los chicos del 19 y 20 de diciembre?... ¿Y las tantas víctimas de la corrupción? ¿Y los pibes de Cromañon? ¿Y los muertos por el gatillo fácil?... No se olviden de Cabezas... Siempre atrás de cada muerte la policía, la gendarmería, las fuerzas represivas. Cuidando privilegios, resguardando los intereses del poder. Defendiendo prebendas... y hasta coimas. El 3 de octubre, comienza el juicio público a los presos de la Legislatura. Antes de caer, Béliz alcanzó a decir que había habido un complot de la SIDE... Nunca se aclaró. Pero los presos y presas pasaron 13 meses en las cárceles, víctimas de un sistema político y judicial decidido a “poner orden” en la casa, dejando en el desamparo, precisamente, a los más desamparados.No nos vamos por las ramas cuando recordamos, que en cada una de estas acciones de “reorganización de la Nación”, de restauración de la gobernabilidad, fue necesario recurrir a esas fuerzas represivas. Así ocurrió también en Las Heras, con los sin trabajo. O en los desalojos de los pueblos originarios en los conflictos por la tierra. Esas fuerzas represivas, se cobran su trabajo con la impunidad. Y si un juicio como el de Etchecolatz la pone en cuestión, muestran entonces que tienen “voluntad propia”, que hay “solidaridades corporativas”, asoman las garras. Los carapintadas enseñan los dientes. Tienen sus congresales, sus legisladores, sus jueces. Pero también se tienen a sí mismos. Y ahí están, para recordarlo.¿Cómo hacer entonces para que el miedo no nos paralice? ¿Cómo hacer, para que el enojo que hoy sentimos con quienes están mirando hacia otro lado, no vuelva a colocar a toda la sociedad en estado de vulnerabilidad o indefensión, de desconfianza y de impotencia?Una vez más, ahora, resulta indispensable, mirarnos a los ojos y re-conocernos en la marcha. En la resistencia que continúa. Porque no podemos aflojar, cuando sabemos que acabamos de dar un paso importante con la prisión de uno de los genocidas, condenado precisamente por crímenes de lesa humanidad. Ahora, apretar los puños, abrazarnos, y seguir andando. Ahora, curarnos unos a otros las heridas. Acariciarnos en nuestras cicatrices. Abrigarnos con las banderas multicolores que expresan todas las rebeldías, todas las posibles y deseadas emancipaciones. Ahora caminar. No detenernos. Sostener el desafío.Ahora, gritar fuerte, porque Julio somos todos. Julio somos todas. Porque tenemos que aparecer una vez más, las veces que sea necesario, para derrotar no a un grupo aislado, no a una patrulla extraviada, sino al poder. Ahora, juntar fuerzas para vencer al miedo y al dolor. Ahora, resulta indispensable, pronunciar con más claridad que nunca la palabra que nombra la vida, que la aparece con vida... Y el castigo a los culpables.
(*) DESAPARECER A LOS DESAPARECIDOS (Publicado en Octubre del 2006, tristemente vigente hoy a un año de la desaparición del compañero Lopez)
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