Esperanzas genera verlo caminar. Ilusiones produce mirarlo avanzar. Desconcierto origina escucharlo contar. Es que tantas historias, basadas siempre en pruebas documentales y orales, revelan un país que parece otro. Osvaldo Bayer canta palabras para reconstruir memorias de pueblos asesinados; comunidades indígenas que parieron este pedazo de tierra llamada América.Acompañado por Queca Koffman, inagotable luchadora de las Madres de Plaza de Mayo, Osvaldo Bayer se mete en las venas de nuestra Nación para movilizar lo que él llama “Nacimiento y tragedia de la democracia argentina”. Entonces, se pregunta el autor de La patagonia rebelde:— ¿Por qué ha fracasado nuestra democracia?Para encontrar respuestas, y mientras remonta un viaje a los inicios del país moderno, no se olvida de las atrocidades de Cristóbal Colón y recuerda a Tupac Amaru. Explica que él se adelantó varios años antes a los ideales que profesaban los revolucionarios de mayo. Cuenta la crueldad con la que fue asesinado Tupac; más tarde relata los horrores de Roca, Rivadavia, Rosas, Lavalle, Alsina, Alberdi, Yrigoyen y Perito Moreno. Horrores hechos con armas, pero con palabras, también:— Roca llamó salvajes y bárbaros a los pueblos originarios.— Rivadavia contrató al coronel Rauch para exterminar a los indios Ranqueles –aclaró.— Lavalle fue el primer golpista del país: derrocó a Dorrego para fusilarlo. Siguió relatando Osvaldo Bayer: — Alsina proyectó construcciones de zanjas para evitar que indios roben vacas. Cosa extraña: si en realidad eran descriptos como personas que “no tienen el sentido de la propiedad”.— Alberdi describió de la peor manera a los pueblos araucanos y los ingleses esclavizaron a los indios tehuelches –murmuró.— Mientras Yrigoyen mandaba asesinar a los obreros de la patagonia, Perito Moreno decía que los indios mapuches tenían cara de sapo –narraba Bayer con rostro preocupado, a veces irónico.Al cabo de tres horas cautivantes, ante un auditórium de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional del Litoral repleto, y con una asombrosa capacidad para desnaturalizar lo que está dado, el autor de Rebeldía y esperanza invocó los monumentos y símbolos que penosamente ilustran las escenas de la vida urbana cotidiana: los monumentos de Roca en Buenos Aires y de Uriburu en Balcarce; los nombres de la ciudades de Coronel Rauch en La Pampa y General Roca en Río Negro; las calles Rivadavia e Yrigoyen en todo el país.Ya sobre el epílogo de su exposición, Osvaldo Bayer no pudo evitar referirse a Perón, Menem, De la Rúa, Alfonsín y a todos los golpistas del siglo XX y a los caminos que a veces llevan a las crueldades de las guerras y a las tristezas de las pobrezas, en medio de una riqueza nunca antes tenida.— La ciencias y la paz, esas tendrían que ser nuestras religiones -dijo y se fue el hombre esperanzado.Siempre esperanzado.
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