CHARLA CON EL PROFESOR JUAN VILAR
Dentro de la profesión docente existen muchos a los que el compromiso y la coherencia les dura el tiempo que una clase. No es el caso del profesor Juan Vilar, un apasionado por la historia y, por sobre todas las cosas un militante social que buscó siempre educar de la manera más eficaz: con el ejemplo.
Vísperas del 25 de Mayo, víspera del bicentenario. En Paraná, el sol del 25 no parece asomar, el cielo está plomizo y la calle España semidesierta. La casa del profesor Vilar es una vivienda sencilla heredada de sus padres. El cuarto donde trabaja, como era de esperarse, tiene varias bibliotecas cargadas de libros, apuntes y archivos varios. A un costado, una computadora. En el centro de la habitación, sobre una mesa cubierta con fotos de familia, descansa un libro: “Nuestra Patria Vasalla”, de Liborio Justo.
Con 74 años, y más de 50 ejerciendo la docencia, Juan Vilar tiene un carácter de apariencia formal y definiciones categóricas. Su hablar es pausado, como si estuviese dando clases.
¿Cómo nace su pasión por la historia?
De chico me interese por la política. En casa se comentaba mucho la Segunda Guerra Mundial, los primeros pasos de Perón y el gobierno militar del 43. Me recibí de bachiller sin saber con seguridad que iba a seguir. Uno de mis mejores amigos de entonces, Enrique Danilo Gruñer, se había inscripto en el profesorado de Geografía. Me sugirió hacerlo, pero elegí el Profesorado de Historia. Fue una elección acertada porque realmente es lo que me gusta, interesa y apasiona. No había en la familia una vocación por la historia, sí por la docencia. Mi madre era profesora de francés; mi padre, empleado público, de una familia muy religiosa y con un hermano sacerdote. Yo comencé mi militancia estudiantil en el Instituto del Profesorado, fines del gobierno peronista, algo retaceada y, naturalmente, opositora. La militancia más plena se dio en el 58, con la oposición a la ley de las Universidades Privadas. Esto se sumó a lo que significó en Argentina la Revolución Cubana. En un primer momento en Paraná éramos relativamente pocos los estudiantes que la defendíamos. Eso fue creciendo. La militancia del campo estudiantil con la defensa de la Reforma y las Universidades Públicas, fue mezclándose con las luchas obreras, en claro enfrentamiento al gobierno de Frondizi, con las privatizaciones, su política liberal y la represión que desató.
¿En ese momento usted ya era docente?
Me recibí en el 58 y al año siguiente comencé a ejercer en Monte Caseros, Corrientes. Hasta entonces vivía en esta misma casa, junto a mis padres quienes solventaron mis estudios y de mis otros cuatro hermanos. Soy el menor de la familia.
¿En Monte Caseros, se encontró con lo que esperaba?
Yo fui muy bien dispuesto. Estuve un año y medio hasta que me fui a la Universidad de Nordeste, en Resistencia, Chaco, con mi amigo y compañero Gruñer, quien me recomendó. Al cabo de dos años y medio volví a Monte Caseros y en el Colegio hicimos un trabajo estupendo. Como no tenía edificio propio, encontramos un ex hotel desocupado y, con mucho trabajo y sacrificio, lo pusimos en condiciones con la colaboración toda la comunidad. Ahí me vinculé con Monte Caseros. A tal punto que me case con una casereña.
Para el 67 ya tenía ganas de volver. Aquí había mucho más espacio para progresar. Como al principio tenia muy pocas horas en el Profesorado, entré a trabajar en el Instituto Autárquico Provincial del Seguro donde organizamos el gremio y estuve integrando el sindicato por unos años. Fue mi primera experiencia gremial porque, a fines de la década del 60 existía aquí un gremio muy elitista llamado Centro de Profesores Diplomados. Entonces, con algunos compañeros, como Maria Elena Lotrhringer, formamos una lista opositora e hicimos una elección memorable, tan reñida que el oficialismo busco algunos docentes a su casa medio entrados en años. Y ganaron por un escasísimo número de votos.
¿Como se definía ideológicamente por esos años?
Estaba terminando la carrera superior terciaria y, con el triunfo de la Revolución Cubana, me incluía entre los sectores de izquierda socialista. Sin haber leído pormenorizadamente el marxismo ni mucho menos, adhiero a sus principios fundamentales.
EL GOLPE MILITAR
“El golpe estaba cantado. Esa noche desperté como a las dos de la mañana, encendí la radio y ya estaban transmitiendo los partes. Yo vivía en Corrales y trabajaba en la ciudad. Cuando pasamos por calle Urquiza, detrás del Comando, alcancé a ver un camión al que subían muchos soldados. Recuerdo que le dije a mi señora: ¿A quién irán a buscar estos tipos? Resulta que iban a buscarme a mí”.
NOTA COMPLETA: En Revista El Colectivo Nº 29
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