Revista EL COLECTIVO

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sábado, 3 de septiembre de 2011

“NOS DEJÓ VALORES QUE YA SON PARTE DE LA SOCIEDAD CORDOBESA”


Charla con Malvina y Héctor Tosco.
Por Osvaldo Quintana (enviado especial a Córdoba)


“Por otro Cordobazo, Tosco Vive”, anuncian los muros pintados de rojo encendido, muy cerca de la Terminal. Cuarenta años después de aquella gesta histórica, la Córdoba industrial ya no es lo que era, los campos sojeros florecen cercanos y ajenos; mientras actuales gobernantes, fríos ejecutores de políticas neoliberales, adornan los despachos con su retrato.
¿Tosco vive? La desocupación y la precarización laboral es moneda corriente, los sindicatos vaciados son cotos de caza de la intocable burocracia sindical, en tanto la prensa oficial prepara sus nostalgiosos y efímeros recordatorios.
Sin embargo, Tosco vive. Su legado está presente, excede a sus hijos y atraviesa toda la sociedad cordobesa. Tosco vive en la memoria y en los sueños actuales, en los viejos luchadores transmitiendo aquella historia y en muchos jóvenes que hoy levantan sus banderas.
En el entrepiso de la empresa provincial de Energía de Córdoba (EPEC), donde el “Gringo” trabajara gran parte de su vida, El Colectivo fue recibido por sus dos hijos: Malvina y Héctor. Este es parte del diálogo
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¿Cómo era Agustín como padre?
M: Un hombre cariñoso. Fue todo un ejemplo. No solo transmitió su valor de padre sino otros que trascendían ese rol. Nos dejo valores que están insertos en la sociedad de Córdoba, un reconocimiento que tienen hacia él que nos hace estar orgullosos de ser sus hijos.
¿Pesa mucho el apellido?
H: No es para nada comparable a un peso, en realidad serían como alas. Siempre estuve orgulloso de mi papá, desde muy chico. Pese a las circunstancias, a que lo encerraran en prisión, siempre comprendimos cual era su actividad, sus ideales, su lucha, por qué luchaba y contra quien. Caminamos con la frente muy alta por ser sus hijos, por tanto no es un peso, más allá de que en algún momento algunas puertas puedan haberse cerrado. Son muchísimas las que se abren.

Lo decía por lo que podría esperarse de ustedes.
H: Hay mucha gente que espera “de tal palo, tal astilla” Los seres humanos somos muy diversos y únicos. Mi papá fue una figura muy brillante e inteligente, un autodidacta excepcional. Nosotros simplemente somos sus hijos, personas distintas y con mucho orgullo de llevar su sangre. Es muy difícil alcanzar el ideal de mi papá y su entrega, es muy complejo.
¿Qué recuerdos de infancia tienen relacionados con el?
H: Yo tenía 5 años cuando el Cordobazo y 11 cuando papá fallece. Mis vivencias son de infancia, de cuando lo acompañaba a visitar mis abuelos, de estar junto a él en Luz y Fuerza. Siempre fui muy querido y mimado. Tenía privilegios por ser el hijo de Agustín. Era de usarle su máquina de escribir, enredarle la cinta, sacarle los papeles, arruinarle alguna nota. Simón Grigaitis tenía por entonces la Secretaría de Finanzas del gremio, y yo lo molestaba tanto que una vez me encerró dentro de la caja fuerte. Lo llamaron a papá diciéndole: “Gringo, vení, lo encerramos a este porque no lo aguantamos más”. También recuerdo los cumpleaños en el que podía venir. Y vivencias con hijos de otros presos políticos en las visitas a las cárceles.

M: Cuando papá falleció yo tenía 14 años, soy 3 años mayor que él. Eso hace que me acuerde de cosas con más claridad. Porque cuando vivís con tanta tensión por la actividad que él hacía, se te graban cosas. Mi papá no tuvo un desempeño muy importante en la vida familiar. El sostén de la familia fue mi mamá. El estaba dedicado exclusivamente a la lucha por sus ideales y para mejorar la calidad de vida de todos los trabajadores en general. Además fue tan perseguido que permanecer en el hogar era un riesgo para nosotros. Muchas veces no tuvo sueldo porque lo dejaron cesante. Nosotros vivíamos gracias a la colaboración de algunos compañeros del taller electromecánico donde trabajaba. Hacían una colecta, se la llevaban a mamá y con eso trataba de sobrevivir. Fueron épocas muy difíciles porque él estaba perseguido y no podía trabajar. En el último tiempo si lo veían tenían órdenes de matarlo. Estaba como condenado a muerte.
Mamá compartía su ideología y estaba de acuerdo con todo lo que el hacía. Pero ella había tenido dos hijos y su prioridad era criarnos y educarnos. Y mi papa lo establece también: “Vos cuidá a los chicos”. Sino posiblemente no podríamos estar aquí hablando con vos.
H: De hecho, muchas familias fueron atacadas por completo por los gobiernos de facto. Si mamá hubiera sido militante, después del 76 seguro la iban a atacar. Nosotros éramos chicos y también podríamos haber desaparecido. La brutalidad de ese régimen no tuvo miramientos. Yo no puedo comprobarlo pero papá era muy inteligente, y manejó eso también junto a mamá.
M: Ella era muy inteligente y lectora y siempre estuvo de acuerdo. Pero en varias oportunidades se presentó como alguien ignorante e incapaz en función de resguardar la familia, a sí misma y a nosotros. Una cosa convenida, una manera de protegernos.

¿Cómo era Tosco en la vida cotidiana?
M: Muy divertido, muy sociable. Ocupaba mucho de su tiempo en la lectura, en aprender diferentes cosas. Por ahí tenía un libro de política, filosofía o abogacía y después otro de gimnasia.

H: Nosotros estamos acostumbrados a ver a alguien que tiene su trabajo, además la familia y otras actividades particulares. Su nivel de entrega era tan alto que no tenía esas diferencias. Papá trabajaba en el gremio, salía y seguía trabajando en la empresa…
M: Y volvía al gremio.
H: Su vida era todo lo mismo. Nada estaba aislado. Si jugaba un partido de fútbol lo hacía con sus propios compañeros. No se lo puede ver como el común de las personas. Para él, la entrega era total: el trabajo era un orgullo y se defendía en el gremio. Y si pensaba tener siete horas en cada lado, ya era el día completo.

MAMÁ FUE EL SOSTÉN



¿Cómo cambiaron sus vidas cuando estuvo preso?

M: No hubo cambios. Nosotros entendíamos que él se había impuesto una meta en su vida. El nos explicaba y mi madre se encargaba de hacernos comprender: “Su padre lucha y trabaja para que todos los niños como ustedes puedan ir a la escuela y cuando crezcan tengan las mismas oportunidades y comida en su mesa”. Nos explicaba como niños, claro. Yo tenía 8 años cuando el Cordobazo, Héctor, cinco. ¿De que manera nos iba a explicar?
H: Siempre fue así. Nosotros nacimos cuando él ya estaba involucrado en toda su actividad, por lo tanto, nunca un cambio.
M: El cambio era: “¡Otra vez lo agarraron a tu papá!”

¿Qué decían sus compañeros de escuela?
M: Nosotros jugábamos. No hablábamos de esas cosas. Eran temas que se hablaban con mi madre, tampoco todo el tiempo. Ellos permitieron que viviéramos nuestra niñez.
¿Cómo se las arreglaron cuando él fallece?
H: Papá estuvo despedido de su trabajo durante dos años. Muere casi cumplidos esos dos años por lo que le correspondía una pensión. Su categoría era media y la pensión le fue disminuida en función del tiempo que no había aportado. De eso vive mi mamá ahora. Y con eso vivimos hasta que después cada uno hizo su vida.
M: Cuando papá falleció no teníamos nada. La casa nada más, que era de ella, de cuando se casaron y se metieron en el plan. Papá manejó uno de los gremios más importantes de la provincia pero para sí mismo nunca sacó nada.
La pensión demoró un año y medio. Mamá se las arregló con la ayuda de un hermano. Incluso tuvo que salir a trabajar, pasó un año acá en EPEC, pero era muy grande la presión, era muy fuerte estar en este ámbito donde se había manejado papá, le hacía muy mal. Entonces cuando sale la pensión renuncia y vuelve a su casa.

LOS QUE LUCHAN Y LOS QUE TRAICIONAN
Héctor, ¿qué sentiste cuando entraste a trabajar en EPEC?

Yo entré en el 83, luego de que se reinstaura la democracia. Acá encontré muchísima gente que había estado con él que me recibió con muchísimo afecto. Eso sí que puede ser como una carga: “Tu papá era tan inteligente, vos tenes que hacer las cosas bien”. Eran por ahí de exigir mucho en la tarea pero siempre fueron muy afectuosos. Tenían muchas historias y reconocimiento para con él. Es difícil de especificar lo que uno siente en esos momentos.

¿Podés hacer una comparación entre aquellos dirigentes como tu padre y los actuales?
H: No vale la comparación así. Dentro de los sindicatos hay burócratas y también combativos, que defienden los derechos de la gente y son elegidos directamente por las bases. Otros no, son participacionistas, estuvieron con Onganía y los sucesivos gobiernos. Hoy están también junto a los que luchan, que por ahí son los que menos se ven. Hay cantidad de personas que se entregan, que trabajan gran parte de su vida por el bienestar colectivo. También cantidad que traicionan, se acomodan y utilizan estos espacios para fines propios. Siempre estuvieron. Mi papá no solo enfrento los gobiernos de facto, el oficialismo, sino también a los burócratas sindicales.

¿Por qué si hay tantas personas honestas y luchadoras la figura de Tosco parece inalcanzable?
H: Es resaltar que mi papá era una persona intelectualmente brillante. No es común encontrar alguien así. La provincia está llena de gente honesta. Pasa que, por esa misma condición, no están, no participan. Hace falta otro complemento que es la entrega de su vida particular para hacer eso. Una condición que mi papá y muchos más tuvieron. Y las circunstancias del momento determinan que haya quedado en la historia. Papá muere a los 45 años y hay que ser muy valiente y preparado como él para que surja alguien más. No creo que no haya nadie. Pasa que el sistema va mutando y hoy es más difícil que surja. Si mi papá estuviese hoy y….es mucho más difícil hacer un Cordobazo. El sistema se va acomodando para que estas cosas no ocurran.

¿Cómo fue la lucha de los trabajadores para evitar que EPEC se privatizara? La mayoría de los trabajadores de EPEC tiene muy arraigado el nombre de papá y su ejemplo. Desde que el gobierno Delasotista intentó privatizar EPEC, en el año 99 hasta la crisis del 2001, desde el gremio se hicieron todas las acciones posibles desde lo legal, político y en la calle. Cuatro años de lucha permanente, de sufrir represión. De la Sota encarceló 219 compañeros en un día, metió presión dentro de la empresa, recibimos de todo. Pero en ese momento había gente grande que se encargó de enseñar y transmitir. Había que resistir hasta el último momento. Todo se canceló con la crisis del 2001 lo que impidió que se consumase el acto de corrupción del señor De La Sota.

LA HERENCIA NO SE ELIGE
¿Cómo te sentís cuando algunos endiosan a tu papá y otros dicen que tienen su retrato en sus oficinas de gobierno?

H: Me siento bien si entiendo que la persona que lo dice es consecuente con las acciones que llevó mi papá. Me siento muy mal cuando entiendo que quién lo dice no lo es. Acá en Córdoba, el gobernador dice tener un cuadro de Tosco y otro de Atilio López. Lo dijo cuando asumió tras unas elecciones “raras”. Entiendo que lo hace para ganar adeptos pero es muy poco inteligente porque los que saben quien es Tosco no se dejan llevar por estas cosas.
¿Qué sienten que heredaron de sus viejos y que les hubiese gustado heredar?
M: Sus valores, su ética. Yo trato de cumplirlos. Pienso que heredé todo eso.
H: La herencia no se elige. Nosotros estamos muy orgullosos de llevar su apellido, lo que nos queda de él es el valor de la honestidad, entendida como algo más de lo que dice un diccionario. No solo es honesto quien cumple con la ley sino también quien valora su palabra, quien cumple lo que dice con su gente, quien trabaja al lado de ella. Un valor que papá se encargó de dejar adonde estuvo. Algo que muchos invocan pero no hacen. No podemos pensar la herencia de él como otra cosa. Si pudiera darle algún valor numérico a su herencia sería millonario, es incalculable y difícil de explicar. Por tanto me es difícil decir qué me hubiese gustado más. Que vos estés acá, preguntándome, es herencia de él. Aparte, la herencia es dinámica, una experiencia emocionante que no es material sino espiritual.
M: Si preguntas si me hubiese gustado heredar de él su coraje para enfrentar algunas cosas que le pasaron, su determinación para la lucha; te respondo que yo tengo coraje, tengo determinación para la lucha, pero también tengo otra historia que es completamente distinta a la de él. No puedo pensar que voy a hacer lo mismo. Su historia, su vida, su nacimiento, su educación fue distinta a la mía. Yo, a consecuencia de su lucha, su coraje y su determinación, tuve una vida que él no tuvo, que es producto de todo eso y a mí me impone determinar algunas cosas en mi vida que él no consideró. Nosotros sufrimos persecución, represión y silencio. Cosas que él, en su infancia, no sufrió. El nació en un pueblo con su padre maestro, con su madre, trabajando la tierra y con toda su capacidad intelectual que no es la que tengo. Yo heredé todo eso de él, pero mi historia es una y la de él otra. Y los contextos históricos también son distintos. Mi padre falleció en el 75 y, en marzo del 76, tuvimos la dictadura. Yo viví esos años y, antes de eso, toda la actividad que tuvo. Eso influye en mi coraje, en mi determinación, en mis decisiones. Yo creo que sí, que heredé todos sus valores; pero, a la hora de aplicarlos operativamente, uno define otras cosas para su vida.

Nota aparecida en la revista al cumplirse cuarenta años de el Cordobazo.


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