Revista EL COLECTIVO

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martes, 25 de octubre de 2011

HOMBRE QUE MIRA AL RÍO

CHARLA CON TAÍ, CANTAUTOR

Por Gilda García



Con el andar pausado de quien sabe que ha encontrado su lugar y sólo debe reflejarlo, Fernando Ramírez, conocido entre nosotros como Taí, hace uso de la música y la palabra como pretexto para “sacar afuera lo que a veces parece estallar dentro de uno”. Caminador de la orilla y sabedor de las historias de su gente, a los 26 años, este cantautor y poeta paranaense no se cree dueño de su obra, sino mero vehículo de lo ya escrito, de lo ya dado.

Hace un año que vivo en Puerto Sánchez, en medio de la barranca. Me crié acá, en la zona que antiguamente se llamaba Villa Almendral. Pasé toda mi vida acá, siempre rondando la margen.
¿Cómo la pasaste con la subida del río?
Por suerte no hubo problemas en el rancho. Había que irle atrás a los movimientos de la barranca. Pero, por suerte, tranquilo.
¿Cómo te llevas con tus vecinos?
Son rebuenos. Estoy en un lugar en donde viven los pescadores más viejitos. Además, son todos parientes. Es un ambiente muy “familiero”. Estoy contento de vivir acá porque es un lugar que te da vista larga. Este es un lugar en donde han andado poetas y cantores. Marcelino Román vivió un tiempo acá a la vuelta en la calle Du Graty. Mis padres tenían amistad con una de sus hijas y el primer beso que se dieron fue en el patio del poeta. Así que parece que les salí medio poeta por toda la magia que ellos habían sacado de ahí.
¿Tu viejo es poeta?
Mi padre es escritor. En este momento es investigador de ovnis, todo lo que es metafísica. Pero la base de su escritura es romántica. Yo lo heredé bastante.
Mi madre de joven fue bailarina. Ahora es cocinera de panadería en general. Hace cursos. Somos cuatro hermanos. Yo soy el segundo.
Alguno de ellos suele escribirte letras.
Sí. Lo convoco para abarcar otras temáticas dentro de lo que estoy haciendo.

SACANDO AFUERA LO QUE ESTALLA ADENTRO

¿Cuándo empezaste a hacer música?

Van a ser nueve años que empecé haciendo folklore. Antes de cantar, escribía. Siempre tuve amor por escribir. Poesías como las de este librito llamado “El silencio” donde cuento un poco lo que he vivido en estos lares. No está editado, es una pieza única. Sería lindo que saliera algún poema en la nota. Los que sí tengo grabados son tres disquitos de edición limitada.
¿Editas en forma independiente?
Sí. Todo. Incluso le puse La Alba – el nombre de mi primer conjunto – a un sello para producciones artísticas. Lo hacemos con un grupo de amigos: un diseñador gráfico, Matías Francia, que ordena los afiches, los volantes e incluso los libritos. Con él nos gusta armar cosas, pero no queremos registrar las obras ni ganar dinero a través de ellas. Lo único que pretendemos es ir reproduciéndola para entregarlas. Es un sello que está al margen de los sellos. Ni siquiera está patentado. Tenemos ganas de hacer una muestra más adelante. Todas estas producciones las hacemos juntando las monedas. Varias de las cosas que he hecho han sido a fuerza de distintos trabajos como vendedor ambulante de sahumerios, caramelos, yuyitos.

¿Lo seguís haciendo?
No. Ahora tengo un trabajo convencional. Soy peón de la barranca. Trabajo en el rancho. Y siempre va saliendo alguna changa, lo que sea.
¿Para vos, la música es un medio de expresión y comunicación o un fín en sí misma?
Lo que importa es expresarme, la expresión en general: desde una pieza artesanal hecha con palitos y barro a un libro o una canción.
Las composiciones van saliendo por una cuestión natural, de instinto. Por un deseo de expresar algo que adentro estalla. No tengo una base. Recién ahora estoy empezando a leer algunas cositas. Al principio ni siquiera leía. Esperaba que la palabra misma apareciera en mí. No quería encasillarla en ningún lado. Lo mismo hago con la música. Nunca he ido a una escuela de música. Es más bien una cosa autodidacta. Y me gusta mantener eso. Creo que para todas las personas es posible sacar eso que a veces estalla dentro de uno. Y, de esa manera, entregar lo que florece. Pero siempre sin hacer propia la obra. Considero que todas las obras que pasan por nuestras manos son parte de una obra mayor que viene del más allá, algo que estuvo todo el tiempo.
Entonces vos serías un vehículo.
Claro. Ahora en “Pasionario” (disco) no pusimos quienes eran los autores. Incluso atrás del disco dice; “dedicado al dador eterno, creador de lo creado, artista infinito del universo apasionado”. Ese es el concepto del disco. Es decir, la obra no es nuestra, es algo que viene del dador de la vida.
¿Quién sería el dador de la vida? ¿Dios? ¿El Cosmos?
El Cosmos sería parte de él. También nosotros, el río y el viento. Respecto a la poesía, por ejemplo, yo siempre guardo en mí una frase que dice; “no hay mejor poema que el que pueda ser habitado por nosotros”. No hay poema más lindo que aquel que podamos habitar. Es algo que ni siquiera está escrito. Es el silencio, es la contemplación. Si bien puede expresarse un momento, un instante, en cuatro renglones, es sólo para testimoniar un estado.
¿Trabajas sólo o con algún grupo?
En este momento estoy como solista, pero a la vez cuento con el apoyo de un montón de jóvenes que se prenden a mi convocatoria. He estado con grandes artistas a quienes iba a ver cuando ni siquiera tocaba y deseaba ser como ellos. Pasaron siete años y en un momento todos juntos estábamos por subir a un escenario. Yo les decía que pensaran que están en los sueños de algún adolescente. Esto es un poco la magia de las cosas.
¿En que lugares estas tocando?
Hace un año que no toco. Desde que empecé a trabajar en el rancho, me concentré en restaurarlo. Y realmente es como una gigantografia. Es la obra más importante que he podido llegar a hacer. Si bien tengo medio chongas las manos, estoy contento porque es como una gran obra de arte.
¿Vivís solo?
Vivo con Irene, mi compañera. Ella es ceramista. Tiene un taller en el rancho, trabajamos juntos. Vivimos el día a día, juntando la moneda, sin proyectar demasiado. Con lo justo y necesario. Incluso practico eso: vivir con lo necesario y no más que eso.
¿Siempre pensaste de esta manera?
Ahora lo practico pero es algo que viene manifestándose desde que el arte me agarró. Es como una cosa que se fue desarrollando.
¿Qué pasaría si algún día te sobra?
En ese caso me gustaría producir. Si bien en este momento estoy como asesor, como consejero artístico de mis compañeros, en el futuro me gustaría producir sus obras. Por ejemplo, grabarle el disco al Pato Sosa, que es un excelente músico sin ninguna grabación. También a Julio “el islero”, “el montielero”, a Alfredo Arce. Irene misma, que canta hermosas canciones. José, un amigo del barrio, que canta coplas de los años treinta. Si me sobrara muchísimo, pondría un centro para los viejitos de la calle, un lugar donde puedan estar bien. Hay un montón de ancianos que no tienen a donde ir ni donde estar. Eso es lo que siempre pienso y esa es mi base. Creo que donde más luz hay, más oscuridad existe enfrente. También llevo esa realidad conmigo.
Vos has compuesto distintos tipos de música.
Sí. En este momento solo tengo seis temas grabados en estudio, divididos en tres partes: “Pasionario” es el tercero que contiene boleros canción, Antes de este había un disquito llamado “Interior”, de folklore “desfronterizado”. El primero fue uno de música “moderna”. A la vez, hay un trabajo de investigación sobre el candombe y la guarania: esto lo tengo encarpetado, pero no está grabado todavía. Es en lo que estoy trabajando. Tengo que ahorrar para llevarlo a grabación.

ANDARIEGO DEL RIO

¿Salís a pescar?

No soy andariego de este río. Soy un observador. Aprendo mucho de los pescadores, ellos también están tirando en el día a día. Este es mi lugar en el mundo. Puedo ir a otro lado, a la metrópolis, pero tengo que volver. Acá me compongo a mi mismo. Y no me quiero descomponer en el barullo de otro lugar. Quiero mantenerme así.
¿Fue fácil que te aceptaran no siendo de la costa?
De alguna manera yo trabajé para el encuentro durante muchos años: acercándome a los gurises, a los viejos. Siempre anduve rondando por acá, me veían con la guitarra. Y en la Navidad del 2005 nos invitaron a formar parte del pesebre viviente donde siempre se convoca a la pareja más nueva formada en el lugar y al último niño nacido. Ellos nos observaron y, de alguna manera, nos adoptaron. Nos dijeron que había un rancho abandonado y que podríamos vivir ahí. Lo compramos y me puse a renovarlo.
¿Tenés experiencia en este tipo de trabajo?
Siempre me gustó trabajar en renovación de jardines, patios o casas. Trabajé muchos años en la casa de un capitán de barcos. Después fui juntando alambres, chapas, fierros y los llevaba al galpón de la casa de mi abuelo. Me sentaba a mirar todo ese fierrerío y sabía que iba a servirme para algo. Tiempo después, con todo eso, restauré mi rancho. Estoy muy orgulloso de eso. Creo que todo lo que soñamos con el corazón podemos llevarlo adelante. Y hace unos días puse en el rancho el último fierro que tenía en el galpón del abuelo.



Alma de costero

Tal vez yo buscaba en lo alto de una letra
para alzarme a este cielo de estrellas
en los brazos.
Tal vez buscaba una música
que asuma el reflejo del río enamorado
y a la yunta de los pájaros con él.

Permanecí en la orilla
encontré mis lágrimas allí
bordándome un poema azucarado.
Invoqué a los sauces
sollozo en un suspiro
y caminé Puerto Sánchez
palpando sus latidos
con los pies embarrados
pero limpio.


Oración a la vida
Se quiebra la barranca
y mi alma
semeja la templanza
del paisaje
que se forma.

Se quiebra la barranca
se desploma
un gran cuerpo que es noble
dorado de poemas
y de acordes.

Cuan frágil es la tierra
Cuan frágil somos hermanos míos.

(De “El silencio”)

(DE REVISTA EL COLECTIVO 14. Mayo/junio 2007)

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