Entrevista a Frei Betto, pedagogo brasileño, compañero de Paulo Freire LA PEDAGOGIA DE LA LIBERACION ES MAS NECESARIA Y URGENTE QUE NUNCA Altercom
12 de mayo de 2007
Por ROSA MARÍA TORRES*
12 de mayo de 2007
Por ROSA MARÍA TORRES*
ALTERCOM
El pasado 2 de mayo se cumplieron diez años de la desaparición física de Freire, el autor de «La Educación como Práctica de la Libertad», «Pedagogía del Oprimido» y «Pedagogía de la Esperanza», entre otras obras. Textos de sustancial importancia para entender gran parte de los debates en torno a la educación en Latinoamérica en los últimos 40 años.
La autonomía, la democracia, el respeto del otro, y sobre todo la transformación social son rasgos de la obra de Freire que merecen hoy repensarse en el marco de los cambios en los sistemas educativos del sur continental.
Ejes que invitan también a pensar las demandas de la enseñanza desde los postulados de la «pedagogía de la liberación», que para el teólogo y educador brasileño Frei Betto "es más necesaria y urgente que nunca, porque tenemos gobiernos democráticos, pero no siempre están apoyados en la movilización popular".
Militante histórico de las comunidades eclesiales de base, y responsable durante los primeros años del gobierno de Lula del programa «Hambre Cero», Frei Betto es coautor junto con Freire de «Esa Escuela llamada Vida», texto coordinado por el periodista Ricardo Kotscho.
"El pernambucano Paulo Freire, y el minero Frei Betto —expresa Kotscho— iniciaron sus trabajos en épocas, circunstancias y lugares diferentes, pero en un determinado punto de sus trayectorias se encontraron y siguieron juntos, incluso sin conocerse personalmente, con los ojos puestos en un mismo horizonte: la liberación del pueblo brasileño y la educación".
Pero para Betto, y en consonancia con el pensamiento de su amigo Freire, los cambios educativos de la región colocan "demasiado énfasis en las nuevas tecnologías", mientras que por otro lado restringen el espacio "de los paradigmas, los valores, la ética".
—Una generación importante de maestros de Latinoamérica se formó con los textos de Paulo Freire. ¿Qué ideas de él son necesarias rescatar hoy, a 10 años de su fallecimiento?
—No temo en afirmar que no habría la actual primavera democrática en América latina sin Paulo Freire. Lula, (Hugo) Chávez y (Evo) Morales se explican también gracias a su metodología.
Fue quien inculcó la autoestima en los oprimidos, enseñando que no hay nadie más culto que otro, sino que hay culturas distintas y socialmente complementarias.
Hoy precisamos rescatar la pedagogía del oprimido e intensificar el trabajo de base. Es decir, la educación política de trabajadores, estudiantes, amas de casa, etcétera. Favorecer el empoderamiento popular. Y para eso nada mejor que el método de Paulo Freire.
—¿Cómo era la personalidad de Freire?
—Fui muy amigo de Paulo, éramos vecinos y trabajábamos con los mismos grupos populares. Publicamos juntos, gracias al periodista Ricardo Kotscho, el libro que reúne nuestras experiencias en educación popular: «Esa escuela llamada vida», editado en Brasil por la editorial Atica.
Paulo era un hombre que sabía escuchar, pues partía del principio de que el oprimido sabe, más no siempre sabe que sabe, o no tiene conciencia del valor y la importancia de su saber.
Paulo frecuentaba reuniones de comunidades eclesiales de base, de sindicatos, de movimientos populares, y siempre se cuidaba más de oír que de hablar.
Era, no en sentido riguroso de la palabra, un pedagogo que provocaba la inteligencia ajena con sus preguntas e inquietudes.
—¿Qué espacio existe hoy en Latinoamérica para hablar de pedagogía de la liberación?
—Ella es más necesaria y urgente que nunca, porque tenemos gobiernos democráticos, pero no siempre están apoyados en la movilización popular.
La gobernabilidad no puede depender apenas de una pierna de apoyo parlamentaria. Debe contar también con la otra pierna: los movimientos sociales. Sólo así pasaremos de la democracia representativa a la democracia participativa, de la virtual a la real.
Por lo tanto, si los gobiernos populares no adoptan la pedagogía de la liberación corren el riesgo de quedar sin bases populares.
Es el empoderamiento de la sociedad civil el que dará legitimidad y estabilidad a esos gobiernos.
—¿Cree que las reformas educativas que se realizan en varios países, como en la Argentina , Bolivia y Chile, cambian el modelo educativo neoliberal de los ’90?
—Temo que se coloca demasiado énfasis en las nuevas tecnologías, en la educación tecnocientífica, restringiendo el espacio de los paradigmas, los valores, la ética.
Sin humanismo tendremos una generación dotada de capacidad profesional pero sin corazón.
La competencia habrá de prevalecer sobre la solidaridad y el capital sobre los derechos humanos.
Y así iremos a la barbarie.
—¿Qué desafío tiene por delante la educación popular?
—Conseguir organizar a la sociedad civil, sobre todo los sectores populares, y movilizarla en función de «otro mundo posible».
El pasado 2 de mayo se cumplieron diez años de la desaparición física de Freire, el autor de «La Educación como Práctica de la Libertad», «Pedagogía del Oprimido» y «Pedagogía de la Esperanza», entre otras obras. Textos de sustancial importancia para entender gran parte de los debates en torno a la educación en Latinoamérica en los últimos 40 años.
La autonomía, la democracia, el respeto del otro, y sobre todo la transformación social son rasgos de la obra de Freire que merecen hoy repensarse en el marco de los cambios en los sistemas educativos del sur continental.
Ejes que invitan también a pensar las demandas de la enseñanza desde los postulados de la «pedagogía de la liberación», que para el teólogo y educador brasileño Frei Betto "es más necesaria y urgente que nunca, porque tenemos gobiernos democráticos, pero no siempre están apoyados en la movilización popular".
Militante histórico de las comunidades eclesiales de base, y responsable durante los primeros años del gobierno de Lula del programa «Hambre Cero», Frei Betto es coautor junto con Freire de «Esa Escuela llamada Vida», texto coordinado por el periodista Ricardo Kotscho.
"El pernambucano Paulo Freire, y el minero Frei Betto —expresa Kotscho— iniciaron sus trabajos en épocas, circunstancias y lugares diferentes, pero en un determinado punto de sus trayectorias se encontraron y siguieron juntos, incluso sin conocerse personalmente, con los ojos puestos en un mismo horizonte: la liberación del pueblo brasileño y la educación".
Pero para Betto, y en consonancia con el pensamiento de su amigo Freire, los cambios educativos de la región colocan "demasiado énfasis en las nuevas tecnologías", mientras que por otro lado restringen el espacio "de los paradigmas, los valores, la ética".
—Una generación importante de maestros de Latinoamérica se formó con los textos de Paulo Freire. ¿Qué ideas de él son necesarias rescatar hoy, a 10 años de su fallecimiento?
—No temo en afirmar que no habría la actual primavera democrática en América latina sin Paulo Freire. Lula, (Hugo) Chávez y (Evo) Morales se explican también gracias a su metodología.
Fue quien inculcó la autoestima en los oprimidos, enseñando que no hay nadie más culto que otro, sino que hay culturas distintas y socialmente complementarias.
Hoy precisamos rescatar la pedagogía del oprimido e intensificar el trabajo de base. Es decir, la educación política de trabajadores, estudiantes, amas de casa, etcétera. Favorecer el empoderamiento popular. Y para eso nada mejor que el método de Paulo Freire.
—¿Cómo era la personalidad de Freire?
—Fui muy amigo de Paulo, éramos vecinos y trabajábamos con los mismos grupos populares. Publicamos juntos, gracias al periodista Ricardo Kotscho, el libro que reúne nuestras experiencias en educación popular: «Esa escuela llamada vida», editado en Brasil por la editorial Atica.
Paulo era un hombre que sabía escuchar, pues partía del principio de que el oprimido sabe, más no siempre sabe que sabe, o no tiene conciencia del valor y la importancia de su saber.
Paulo frecuentaba reuniones de comunidades eclesiales de base, de sindicatos, de movimientos populares, y siempre se cuidaba más de oír que de hablar.
Era, no en sentido riguroso de la palabra, un pedagogo que provocaba la inteligencia ajena con sus preguntas e inquietudes.
—¿Qué espacio existe hoy en Latinoamérica para hablar de pedagogía de la liberación?
—Ella es más necesaria y urgente que nunca, porque tenemos gobiernos democráticos, pero no siempre están apoyados en la movilización popular.
La gobernabilidad no puede depender apenas de una pierna de apoyo parlamentaria. Debe contar también con la otra pierna: los movimientos sociales. Sólo así pasaremos de la democracia representativa a la democracia participativa, de la virtual a la real.
Por lo tanto, si los gobiernos populares no adoptan la pedagogía de la liberación corren el riesgo de quedar sin bases populares.
Es el empoderamiento de la sociedad civil el que dará legitimidad y estabilidad a esos gobiernos.
—¿Cree que las reformas educativas que se realizan en varios países, como en la Argentina , Bolivia y Chile, cambian el modelo educativo neoliberal de los ’90?
—Temo que se coloca demasiado énfasis en las nuevas tecnologías, en la educación tecnocientífica, restringiendo el espacio de los paradigmas, los valores, la ética.
Sin humanismo tendremos una generación dotada de capacidad profesional pero sin corazón.
La competencia habrá de prevalecer sobre la solidaridad y el capital sobre los derechos humanos.
Y así iremos a la barbarie.
—¿Qué desafío tiene por delante la educación popular?
—Conseguir organizar a la sociedad civil, sobre todo los sectores populares, y movilizarla en función de «otro mundo posible».
Altercom Agencia de Prensa de Ecuador. Comunicación para la Libertad.
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