Revista EL COLECTIVO

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viernes, 22 de julio de 2011

LOS MISERABLES


DESIDIA GUBERNAMENTAL Y MUERTES POR DESNUTRICIÓN
Por Osvaldo Quintana


Tuvo la desgracia de nacer en esta parte del mundo donde los discursos mandan y la realidad poco importa. Donde los políticos miserables inauguran planes sociales inexistentes y la Constitución es letra muerta cuando se trata de garantizar derechos fundamentales. Tuvo la desgracia de vivir en un lugar donde hace rato se robaron hasta los sueños. Donde la vida vale un voto, y un voto es un plato de comida.
Joaquín murió a los dos meses, sin sueños, sin asistencia, sin un plato de comida en una provincia mareada de afiches y pasacalles que, en tono de burla, nos prometían el acceso a nuevos derechos.


¿Cómo los recordara la historia? ¿Cómo paladines de la democracia o, en su justa perspectiva, como los que hambrearon, saquearon, mataron y vivieron a costa de la muerte y el sufrimiento de las mayorías?
Los que se lanzaron al festejo electoral luego de la muerte de Joaquín, un chiquito de dos meses fallecido por desnutrición y sarna en el Barrio Mosconi, aquellos para los que una muerte evitable es tan solo un daño colateral, ¿Cómo dormirán de noche? Los que prometieron a sus padres, esa asistencia que les corresponde, asentada en la actual Constitución, en esa parte que dice “Declaraciones, derechos y garantías”, los que te ofrecen en canje nuevos derechos para perpetuarse, mientras el derecho más primario, el derecho a nacer no está garantizado, ¿Qué pensaran de sus miserables vidas?
Sucedió tan solo una semana después que falleció Joaquín, cuando la ciudad amaneció cubierta de afiches, hubo discursos y festejos eufóricos. Se escucharon cánticos y gritos. Las calles se inundaron de volantes. Caravanas de mentiras, simulacro de quienes esta vez tampoco tenían nada que decir. Había banderas con el rostro de Evita. Columnas de punteros rentados y aspirantes. Desesperados aferrados a un plan. Cataratas de promesas vagas y difusas. Conocido el triunfo en las elecciones, la radio junto a la televisión continuaba repitiendo que Paraná había vuelto a la vida, que existía un record de turistas y había aumentado el consumo.
A diez minutos de la Casa de Gobierno, un pibe de dos meses se había muerto de hambre mientras todavía podía sentirse el humo de los festejos mezclado con el humo de las toneladas de alimentos quemados destinados a los sectores mas humildes, con justificaciones no menos miserables que quienes las pronunciaban. Ahí era cuando las responsabilidades se traspasaban como siempre al eslabón más débil, a los desamparados de siempre.

Al igual que en el comienzo de su gestión, cuando decía que la desnutrición era una problemática oculta y desatendida, el Gobernador Jorge Busti habló como desentendiéndose, como si las responsabilidades fueran de otros y le estuvieran endilgando algo que viniera a empañar su blanca trayectoria. Igual soberbia trasuntaba el comunicado que su cachorro Jorge Kerz daba a conocer luego de la muerte del pequeño, en plan de dar cátedras a algunos periodistas que habían osado informar lo sucedido y, lo que es mucho peor, conseguido traspasar las blindadas paredes de la provincia. “Se vuelve complejo, no solo darles de comer, sino también integrarlos y manejarlos dentro de una dinámica adecuada para la sociedad”, declaró el sociólogo y, por ese entonces, flamante Coordinador de Políticas Sociales de la Provincia, quien pese a exhibir una cantidad impresionante de títulos y diplomas, hace dudar a cualquiera, respecto al resultado de tantos estudios.
El torpe y cínico análisis del ex Defensor del Pueblo, hasta hace unos días Coordinador de Políticas Sociales, flamante Presidente del Consejo General de Educación y tenaz defensor de las políticas oficiales, buscaba diluir la responsabilidad ineludible y principal del Estado en la desatención de millones de seres humanos, apartándolos de su condición de ciudadanos y arrojándolos a la más absoluta indigencia.


En el Barrio Mosconi de Paraná, como en todos los barrios marginales de la ciudad donde pone sus patas la pobreza más extrema, los culpables vienen siempre de adentro. No conformes con arrojar a la marginación a miles de familias, desde el poder se proponen victimizar a la victima. Internalizarles esa sensación de que ellos son los culpables de vivir esa situación.
El barrio está a solo unos minutos de Casa de Gobierno. Sus calles desparejas todavía tienen algo de barro y el agua ha formado algunos charcos en las esquinas. Hace varias horas en que su gente está en movimiento. Hay vecinos que salen con sus bicicletas buscando una changa, cuerpos de chicos a la intemperie, carritos tirados por caballos viejos seguidos por una hilera de perros. Rostros que ya no esperan, acostumbrados a la nada, a las promesas incumplidas, a los simulacros. Algunos vecinos han sacado una silla al patio y desde allí disfrutan de algún mate mientras observan el panorama. En la escuela Esparza los chicos hace rato que están en clases y de a ratos se escuchan algunos murmullos que van y vienen por las aulas y el patio. A media cuadra, subiendo un poco, a escasos pasos del Volcadero, se encuentra el comedor popular “Los Gurises”, una casa de rejas negras, con sello inconfundible: un gran escudo del Partido Justicialista pintado sobre la pared del frente, dejando apenas espacio para otras palabras. Un afiche colocado sobre el vidrio completa el panorama., por si quedan dudas. El puntero se llama Ángel Pérez y dice estar acostumbrado a las notas, algo que se descuenta pues no ha habido noticiero donde no apareciese defendiendo lo que llama “nuestra gestión”. Me hace pasar a una pieza grande, un salón donde funciona el comedor. Dice que trabaja en la Municipalidad, desde hace dos años, en toda la parte social y que el lugar en donde comen 70 familias abrió allá por abril del 2003. Al chiquito de los Taborda no pudimos detectarlo porque su mamá nunca lo sacó – comienza, desentendiéndose. - Además es una familia muy cerrada. Hay varias en el barrio que son así”. ¿Qué pasó con la asistencia prometida a la familia de Joaquín? Pérez dice que les están construyendo una pieza, pero les hace falta el baño porque no tienen pozo negro y deben utilizar el baño del salón.
Después habla de proyectos, tranzas y trenzas, tira la pelota a la Provincia, promete relevamientos, resalta la bondad del Intendente y la crueldad de su entorno. Nada importante. Lo de siempre. Nada que sirva para justificar lo injustificable: la muerte de un pequeño a veinte pasos de un comedor municipal.


A más de un mes de la muerte de Joaquín, la casa de los Taborda no parece tener ningún avance. Su vivienda, levantada en terrenos fiscales allá por el Barrio Mosconi, es tan solo un pequeño cuarto de ladrillos con techo de chapas sujetadas por piedras.
“¿Usted vio a los obreros en casa hoy? Bueno, a raíz de la lluvia tampoco van a ir. Recién hay cinco hiladas levantadas de la pieza”. Miriam Taborda tiene apenas 38 años y es una de las muchas madres luchadoras que suelen encontrarse en las barriadas populares. Hoy ha salido temprano junto a sus hijos rumbo al Centro de Salud Antártida Argentina para retirar el bolsón. “Si usted fue por casa vio como nos dejaron a la deriva de todo. Habían prometido arreglar mi casa. Es todo lo que usted ve ahí. Además tendrían que haber comenzado por el baño, lo esencial. Lo que usted vio es lo que se levanto desde que falleció mi hijo hasta hoy. Va lento, muy lento. Hasta ahora no se ve nada de nada”.
La única pieza en donde duermen los Taborda junto a sus hijos: Joanna de 13, Lujan de 7, Jesús de 6 y Milagros de 2 añitos, es una habitación de cinco por cinco. La tormenta de esta noche casi les ha levantado el techo, que no tiene carga por la sencilla razón de que le faltan cuatro chapas para poder techarlo bien. “Tengo las camas debajo de donde están las chapas nuevas. En la parte donde están las viejas haga de cuenta que tenemos una ducha dentro”.
Según el INDEC con datos correspondientes al segundo semestre del 2004, el 28,3% de los menores de l4 años en el Gran Paraná son pobres y el 20,7 indigentes.
Es que hacinamiento, la falta de recursos, la ausencia de cloacas y pozos negros no son patrimonio de los Taborda, sucede en Mosconi y en todos los barrios periféricos de la ciudad y lo sufren los chicos en especial, aquellos que vendrían a ser los únicos privilegiados, de acuerdo a algún borroso y olvidado afiche.


Los pasillos del Centro de Salud se encuentran colmados de gente, mujeres con chicos en su gran mayoría. Hoy el lugar está mas concurrido que de costumbre porque se entregan los bolsones del PRAF (Programa de Refuerzo Alimentario) Hay caras alegres, en especial porque esta vez el programa trae todos los productos que incluía originariamente, gracias a la denuncia efectuada por trabajadores de centros de salud respecto a la disminución de productos y un contenido poco apropiado teniendo en cuenta los destinatarios. “El PRAF es un programa nacional para niños desnutridos- aclara Fernando Gutiérrez director del Centro desde Agosto del 2004.- Tanto este como el de Lactancia Materna lo son. Hoy estamos recibiendo los bolsones de Noviembre. A los últimos los habíamos recibido en Junio. Hoy tenemos un bolsón con todos los productos que venían anteriormente. En Diciembre del 2004 fue la última vez que recibimos todos los productos. Los últimos, alrededor de catorce, solo tenían mermelada, azúcar, viandada y dos o tres más que no eran necesarias. Te tiraban dos o tres cosas y arreglátelas”.
Las condiciones en que deben trabajar en el Antartida Argentina ponen al desnudo las preocupaciones de las actuales autoridades sanitarias, el lado B de los discursos de campaña. Todos los trabajadores se encuentran como suplentes extraordinarios, lo que en criollo quiere decir que no están ni contratados ni en planta permanente. Los sueldos ascienden, (mejor dicho, descienden), a $ 500, $600 para todos, incluido el Director.
Por otro lado, cuentan con un solo agente sanitario para 12 barrios, algo así como 180 familias. “Es imposible cubrir la zona. Yo, agente sanitario, te voy a visitar hoy y dentro de seis meses volveré a hacerlo” – grafica el Director y agrega con resignación que le acaban de agregar cincuenta nuevas familias.
El Antartida Argentina cubre barrios como Floresta, Paraná XVI , Vicoer y Pancho Ramírez, entre otros, tiene 18 trabajadores, incluyendo 3 promotores del Plan Jefas y Jefes, trabajando bajo constante presión puesto que son el último eslabón de la cadena, aquellos que tienen que dar la cara frente a los problemas diarios. “Tenés, por ejemplo, que decirle a la gente que no va a recibir más bolsones. ¿Cómo se lo decís?”
Según el Director, este centro es uno de los que más bolsones recibe: 64l. Tanto el Praf como el Programa de Lactancia Materna son planes nacionales. “Ahora sale el PAF (Plan de Ayuda Familiar) que va a cubrir bajo peso, riesgo social. El Prat solo será para desnutridos. Y en el reempadronamiento debían dar de baja a 300 personas. Tuvimos que hablar con el encargado del programa para que se entregara noviembre y diciembre. La familia Taborda estaba dentro de los que no iban a recibir más bolsones. ¿Como se entendía eso? Fuimos al quinto piso y se dieron cuenta que no podía ser tan brusco el corte. ¿Que pasa si se les corta el bolsón? Vuelven a estar desnutridos, claro. Yo digo que estos no son programas alimentarios, son programas castigo. Castigan a las madres porque, si bien les dan ayuda para salir de la desnutrición, ni bien lo hacen se los cortan. Deberían seguir con la ayuda, por lo menos, un año o dos más. Pero acá no: salís de la desnutrición, entonces ¡afuera del programa!

Llegaron al otro día cuando la familia de Joaquín recién intentaba sobreponerse, tratando de encontrar un consuelo para lo que le había sucedido. En la única pieza hecha de material todavía estaban sus ropitas, la cuna, los juguetes y ese silencio angustiante que solo alguien que ha pasado por una situación similar puede llegar a comprender.
Al frente de la patrulla venía el mediático puntero del comedor Los Gurises, aquel que se vanagloriaba de haber recibido a toda la prensa tratando de evitar que se propagase una situación difícil para el oficialismo a una semana de las elecciones. Entraron sin ningún consentimiento de la familia, con la impunidad que les da el saberse protegidos. Quemaron, tiraron, destrozaron todo: ropas, muebles, juguetes. Lo poco y nada que poseían. Después se fueron.
La gravedad del episodio no pareció llamar la atención de funcionarios ni políticos opositores. Tampoco a los medios de comunicación y las “fuerzas vivas” tan proclives a ejercer la férrea defensa de la propiedad privada. La televisión reflejaba el hecho entrevistando al titular del comedor, con esa esmerada costumbre de dar la palabra final a los victimarios.
Miriam todavía no puede entenderlo. Se acuerda y su rostro aún refleja una mezcla de bronca e impotencia. “Me agarró un ataque de nervios. Ni pidieron permiso. Tal vez me quisieron ayudar – dice, sin convencimiento – Supuestamente creían que todo estaba infestado. A los chicos casi me los largan desnudos, se llevaron toda la ropita de verano. La de Joaquín, que estaba limpita”.
Los responsables de tamaña humillación, de semejante atropello a la dignidad, no se dieron por enterados. ¿Sería posible imaginar el mismo episodio en otro lugar y con otros protagonistas sin que se levanten voces indignadas?
José Iparraguirre, abogado de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, entiende que lo sucedido en casa de los Taborda es, en primer lugar, una barbaridad: “Creo que hay un delito por parte, no solo de las personas que accionaron causando daños y el incendio, sino también de los funcionarios policiales que dejaron de actuar en ese sentido. El tipo del comedor, orgulloso ante los medios, está haciendo, por lo menos, apología del delito”.
El puntero hizo declaraciones a canal once ese mismo día donde confirmó que en la precaria casa de los Taborda “no quedó nada”. Después agregó con naturalidad: “Ahora necesitan ropa y calzado” Extraña forma de asistencia: sacarle a la gente lo poco que tiene para después cubrirlo con promesas mediáticas.
Un dato alarmante: Miriam asegura que todo lo que supuestamente estaba infectado no se llevó a un juzgado sino que fue arrojado al Volcadero Municipal: “Mi marido alcanzó a rescatar algunos fotos. Recuerdos, ¿vio? Me tiraron hasta los juguetes de los chicos. Ellos hoy ven un juguete y, le digo sinceramente, se pelean por lo que llegan a encontrar”.

A veces muchos se creen con derecho de poder juzgar fácilmente a quienes han sido marginados de todo. Pero se les hace difícil ponerse dos minutos en sus pellejos, por desidia, por prejuicios o porque el espacio que transitan es demasiado calentito y seguro. Alguna vez, alguien escribió:” ¿Por qué tendríamos que aceptar los consejos de alguien que no tenga que vivir las consecuencias de ese consejo?” Muchas veces nos creemos con derecho a opinar rápida y gratuitamente de quienes se acuestan y levantan bajo una misma pobreza. “Hablamos de toda una familia completa de desnutridos – reflexiona Iparraguirre – Si estuviéramos en una sociedad de iguales, una sociedad de incluidos, entonces, entre los iguales yo puedo tener un grado de exigencia para que se cumplan con los derechos y obligaciones. Ahora, cuando estoy en una sociedad de excluidos, de no ciudadanos ¿Qué te puedo exigir? Si muchos, ni siquiera tienen conciencia de la situación de pauperización que están viviendo junto a sus hijos”
Décadas de gobiernos que han vivido gracias a ellos, les han enseñado que no tienen derecho a nada, ni siquiera a nacer con alguna dignidad. Y muchos todavía nos asombramos al escuchar que un chico muere de hambre en un lugar como este, pero no hacemos nada. Miriam de Mosconi, desde su profundo dolor y sobrellevando una pesada carga, no se olvida de los demás.: Yo digo que no soy la única que está en esta situación extrema. Pero, claro, mi caso se hizo noticia por lo que pasó con Joaquín. Yo no le estoy diciendo que me asistan en todo a mí. Que me asistan, pero que también lo hagan con la gente que lo necesita. Que no esperen que pase un caso como el de mi hijo para ayudarlos”.
Miriam sigue allí en Mosconi, junto a su familia, junto a tantos otros. Es bueno recordarlo. Porque esta historia no termina acá aunque posiblemente mañana la olvidemos y sea reemplazada por otra con protagonistas distintos pero demasiado iguales. También es saludable recordar y recordarnos que esto seguirá así mientras nos desentendamos. Que nada podrá cambiar mientras dejemos a nuestros hermanos a merced de los miserables de siempre.

(NOTA APARECIDA EN REVISTA EL COLECTIVO Nº7- diciembre de 2005)

1 comentario:

Anónimo dijo...

fuerte abraso solidario, cumpa osvaldo! tu crónica tiene esa capasidad de denusia que informa, conmueve, emosiona y movilisa:
SI HAY HAMBRE
NO HAY HOMBRE

salud y poesía!
poni