Revista EL COLECTIVO

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lunes, 19 de marzo de 2007

Biohabitabilidad, pertenencia e identidad: OTRA CIUDAD PARA OTROS HOMBRES


Lugar de interacciones sociales, refugio de los hombres ante la vastedad del mundo; nuestra ciudad, cualquier ciudad, se constituye como lugar de intercambio de palabras, de historias, memoria, identidad y pertenencia. Repensar sus espacios y tiempos, equilibrios y desequilibrios, también significa repensarnos a nosotros mismos, quienes la vivimos y transitamos a diario. Más allá de negocios para unos pocos, dobles discursos y cortes de cinta electoralistas.
“Una cosa sabemos: que la Tierra no le pertenece al hombre. Es el hombre el que pertenece a la Tierra. De eso estamos ciertos. Todas las cosas están relacionadas entre sí como la sangre que une a una familia. Todo está relacionado. Lo que hiere a la Tierra, hiere también a los hijos e hijas de la Tierra. No fue el hombre el que tejió la trama de la vida: él es sólo un hilo de la misma. Todo cuanto haga con la trama se lo hará a sí mismo”.
(Cacique Seattle)

Meses atrás, el multimillonario británico Richard Branson, presidente del grupo Virgin, ofrecía 25 millones de dólares para motivar a científicos de todo el mundo a que descubran el milagro que reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero que están provocando el calentamiento climático.
Tal vez el dinero y la omnipotencia de este hombre den resultados y se consiga eliminar algunos miles de millones de toneladas de carbono. Tal vez. Pero todo hace pensar que no va a servir de mucho el gasto si no hay un cambio profundo en nuestra conciencia, si no empezamos a actuar con la naturaleza y no contra ella. De no ser así, el recreo será breve.
Daniela Verzeñassi, arquitecta e integrante del Foro Ecologista de Paraná entiende que hay que empezar a reveer el paradigma de la modernidad en el cual nos hemos asentado tanto tiempo y que ha dado muestras de estar equivocado porque no piensa en la gente: “Más que en la gente, no piensa en la vida. Porque el hombre es una parte del ecosistema de la ciudad. Nuestras ciudades no están pensadas para ser vividas. Son territorios pensados para lo que ellos llaman `flujo de capitales´. No se piensa en el fluir de la vida, sino en el flujo de dinero. Y, bueno, ese es el resultado que vemos a diario con las intervenciones que dicen ser las obras para el progreso de la ciudad”.
La arquitecta piensa que deberíamos preguntarnos ¿Qué es el progreso? “Seguramente no es poner más asfalto que acreciente la temperatura de la ciudad, favorezca la mayor velocidad de los vehículos y que, al no haber zonas permeables donde el agua quede retenida, se da un libre escurrimiento que lleva después al desmoronamiento de algún arroyo”.
Nos hemos acostumbrado a que el interés económico esté por sobre todos nosotros. Hemos llegado a creer que el mundo es así. Que la extracción y el despojo son nuestro destino. El peso de las cifras y las noticias generadas detrás de un escritorio nos hacen olvidar que es posible otra economía más sustentable en el tiempo. Que utilizando la energía y la biodiversidad brindada por la naturaleza es posible la armonía de un mundo que apenas nos atrevemos a imaginar.
“Un nuevo paradigma demanda un nuevo lenguaje, un nuevo imaginario, una nueva política, una nueva pedagogía, una nueva ética, un nuevo descubrimiento de lo sagrado y un nuevo proceso de individuación”. (Leonardo Boff, teólogo brasileño)
Por Gilda García Nota Completa en EL COLECTIVO Nº 13

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