Revista EL COLECTIVO

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martes, 9 de agosto de 2011

“NO ME ARREPIENTO DE HABER SOÑADO”



CHARLA CON VICENTE ZITO LEMA:

Por GILDA GARCIA Y OSVALDO QUINTANA


Pertenece a esa clase de tipos que te reconcilian con la condición humana. Poeta, dramaturgo, periodista, luchador apasionado por el socialismo, buceador de la belleza, Vicente Zito Lema formó parte de esa generación que soñó fuertemente sueños colectivos. En tiempos sustancialmente distintos, donde la palabra “sueño” es asociada tristemente con cierto programa televisivo y muchos intelectuales rinden servidumbre a sus verdugos, resulta muy grato encontrarse con alguien que, consecuente con lo que piensa, continúa levantando su voz contra el espíritu de esta época, convencido de que la historia sigue siendo el resultado de las acciones diarias de los hombres.

Su voz segura hace una pausa para elegir la palabra justa. Veinte años después, Zito Lema escucha la misma pregunta que hizo desde Fin de Siglo, la legendaria revista que dirigiera luego de su alejamiento de Crisis: ¿Que quedo de la revolución?

Lo que movió a nuestra generación fue lograr el socialismo en todas sus vertientes. Había una idea común: la construcción de un mundo que no iba a ser capitalista. Si lo vemos desde esa concepción final que nos unía, de aquel sueño quedo muy poco. El capitalismo esta muy fuerte en la sociedad argentina y no se vislumbra un cambio al socialismo como lo soñamos entonces. Esto no quita que la realidad latinoamericana esta muy compleja y que uno puede ver situaciones en Bolivia o Venezuela que desafían a ser interpretadas como nuevas posibilidades de cambiar el capitalismo. Pero, ¿Es cambiar totalmente el capitalismo? ¿Es construir la sociedad que nos movía entonces? La realidad del mundo es sustancialmente distinta. En aquellos años había otros polos de poder. Con todas sus complejidades, debilidades, contradicciones, existía la Unión Soviética que servia como contención de esa impunidad total que tiene hoy Estados Unidos en el mundo. Yo viví buena parte de mi exilio en Europa, básicamente en Holanda, y puedo dar fe que Europa tenia una postura más independiente. Existía un equilibrio universal que hoy no está. El peso cultural, emblemático, simbólico y también político que tenia Cuba para las juventudes del mundo, no lo tiene hoy. Todas esas circunstancias generaban un sueño de revolución posible. Soñábamos un socialismo pleno, profundo, humanístico, no del todo claro ni delineado, pero que nos movilizaba muchísimo. Como estaba todavía lejos no había que entrar concretamente a definirlo.

-Había tiempo.
-Estábamos enamorados del socialismo, no casados con el - se ríe y después aclara-. Cuando uno se casa, muy bien, hay un gran amor pero ¿Cómo trabajamos?, ¿Cómo arreglamos la casa? ¿Quién hace esto? Estábamos lejos de eso. Por eso nuestra revolución era profunda, era la revolución del amor al socialismo. Pueden darse cuenta que, desde el sueño del socialismo que teníamos nosotros y que para lograrlo debíamos hacer la revolución, lo que queda de esta son migajas que no alcanzan para que coma un pajarito.

-Esos sueños fueron derrotados. La generación que soñaba esos sueños fue masacrada.
-Algunos dicen que la generación nuestra no fue derrotada. Es complejo decir esto. No fue derrotada en la medida que no todos estamos muertos, no todos estamos en cuarteles de invierno. Muchos de los sueños en ciertos aspectos no están destruidos. Si lo cuento desde mi lugar concreto, la mayor parte de mis amigos están muertos. Desde esa perspectiva fuimos derrotados. Viéndolo desde un lugar más amplio, un pueblo nunca es derrotado. Cae en un combate y luego se reanima. Desde ese lugar el pueblo argentino en su totalidad no esta derrotado. Nosotros como sector de vanguardia de ese pueblo hemos perdido. Ahora, no creo que la derrota sea total: muchas de nuestras banderas están vivas en la conciencia de muchos jóvenes, en la conciencia de los que no lo somos pero que seguimos creyendo. Ahora, si tomas como derrota el hecho de que el sueño de la revolución no se cumplió, si, desde ese lugar fuimos derrotados.

-Hay mucha distancia entre esos sueños profundos y los actuales.
-Los actuales son mucho más modestos, aunque son sueños también. Pero hay una relación de calidad y cantidad. Antes era mayor cantidad y riqueza de sueños. Ahora, quizás están más cerca de tener visos de realidad. Pero la pregunta de fondo es si siguen siendo los mismos sueños. Yo creo que no.

-En ese momento era el hombre quien estaba revolucionado.
-Hegel habla del espíritu de una época. Hoy hay un espíritu mas marcado por el pragmatismo, por acercarse a caminos más pequeños, más lentos. No puedo decir que camino es mejor. Lo único que se es que nuestra generación, cuando tuvo que soñar, soñó con la desmesura de los grandes sueños. También es cierto que el despertarse fue una realidad que olía a muerte. Si me preguntas si volvería a pagarlo, en lo personal, te digo que sí. Si la diferencia es saber que la cantidad de muertos que hubo no hubiesen muerto, preferiría haber soñado un poco menos.


EL CRIMEN DE LA POBREZA
Se hace un silencio que suena interminable. Por un momento pareciera que el viento frío que sacude los árboles de calle Santiago del Estero penetrase a la confortable casa de Elena Arnaudin y Oscar Reato, compañeros de la Comisión Directiva de Agmer Central.



- Sos dramaturgo, poeta, periodista y también abogado. ¿Como conjugas poesía con abogacía?
- Yo estudie abogacía con el sueño de la justicia.
Debo ser uno de los abogados más jóvenes de la historia argentina. Cuando me recibí, a los 20 años, ya escribía, me dedicaba al arte. Para mi fue siempre la misma cosa buscar la justicia que buscar la belleza. Cuando comprendí que como abogado no encontraría la justicia que buscaba, mantuve el instrumento para la defensa de los Derechos Humanos. Soy de un grupo de humanistas que habló de los Derechos Humanos en la década del 60, cuando las organizaciones que hoy se conocen no existían. Antes que existieran las Madres y Abuelas, quienes surgen a partir de una pérdida personal. He defendido cientos de personas perseguidas por sus ideas y nunca cobré un peso. Viví como periodista y educador. Ejercía la defensa de los Derechos humanos como algo espiritual y como una militancia revolucionaria. Ahora hay muchos abogados especializados en Derechos humanos que trabajan en fundaciones y viven de eso. El mundo ha cambiado, las necesidades son otras. Nuestra generación militaba en pos de un sueño. Crisis era una hermosa revista pero vivíamos bien como periodistas. Llegó a vender 40.000 ejemplares. Cuesta creer que fuera una revista masiva, marca las diferencias de época. Si nos juntamos de vuelta con Gelman y Galeano no venderíamos lo que Crisis vendía entonces. Era una necesidad social. La gente no necesita Crisis hoy. Nos han ofertado un millón de veces, ¿Viste como ahora se juntan bandas de rock?, “¿Por qué no se juntan Gelman, Galeano, Zito Lema para hacer de vuelta Crisis?” Podríamos dar un concierto de despedida: un número, dos, pero no se sostendría porque la sociedad está en otra. Es espíritu de esta época es otro. Lamentablemente.
Yo trabajo en la defensa de los Derechos Humanos. Capacito en Derechos Humanos en esta provincia hace varios años para 2000 docentes y escribo sobre temas relacionados con lo humanístico. Veo a los Derechos Humanos como una disciplina donde se integran la estética, la ética, la filosofía, la historia y también el derecho. Pero no es el derecho la esencia, es la ética. Está presente en la filosofía y el arte. Hoy mi mundo es el arte. Cuando digo arte hablo de la dramaturgia, la perfomance, la poesía que siempre escribo, el derecho como ciencia. Ejerzo solo cuando se me pide opinión, como en el caso Santillan – Kosteki donde me acerque desde todos los lugares: hice una obra de teatro que se representó públicamente en la iniciación del juicio, escribí un libro y me acerque a los familiares. Ahora estoy tratando de compenetrarme en el caso Fuentealba para tratar de ayudar como periodista, escritor y abogado.

-¿Cómo ves la política de Derechos Humanos del actual gobierno?
- Yo tengo una profunda amistad con Eduardo Duhalde, el número uno en la Secretaría de Derechos Humanos, con Rodolfo Mattarolo, el número dos y con Carlos Lafforgue, el número tres. Una relación de 40 años de fraternidad, cariño y respeto. A partir de ahí tengo disputas intelectuales y prácticas. Me parece perfecto todo lo que se hace en derechos humanos de mira al pasado. Pero los Derechos Humanos también implican hacer responsable al Estado de la falta de educación, hacerse cargo de que la salud de la población está en niveles terriblemente bajos, de que los chicos siguen muriendo de hambre. Según UNICEF, en Argentina muere un chico por hora de hambre y sus consecuencias. En esta disputa del campo tanto un sector como otro reconoce que Argentina produce alimentos para 400 millones de personas. ¿Desde que lugar dejan todos los que disputan sobre estos temas que Argentina tenga 25 chicos que mueren de hambre por día? ¡Son más de 9000 al año!
Me parece bien hacer que los criminales de lesa humanidad paguen todo lo que tienen que pagar. Eso no quita callarnos o no poner toda la fuerza para modificar una relación que se da con la muerte de los más indefensos ante este sistema capitalista. Es muy difícil defender la naturaleza con las prácticas capitalistas, es muy difícil creer en el humanismo con un sistema de reproducción material de la existencia basada en la antropofagia, donde los más poderosos siguen devorando a los más frágiles. Es muy difícil sostener que la riqueza no es pecado. La riqueza existe en nuestro país a costa del crimen de la pobreza. Llamarse defensor de los derechos humanos implica tener la cabeza las manos libres para decir todo esto. Con mis hermosos compañeros de aquellos años hemos sufrido que nos pusieran bombas, tiraran tiros, el exilio y la muerte de nuestros mejores amigos en común. Eso hace que me enoje, porque el sueño nuestro no es la realidad de hoy. Nosotros tendríamos que habernos mantenido todos más fuertes. Uno puede aceptar que gente que no luchó igual que nosotros, como el presidente de antes y la presidenta de hoy, hablen de los Derechos Humanos. Ellos se dedicaron a ganar plata como abogados mientras nosotros nos jugábamos la vida. Cada uno puede incorporarse a la lucha cuando tome conciencia y venza los miedos. Ellos no fueron como nosotros. La pequeña camada de abogados e intelectuales pagamos muy caro, porque la mayor parte del grupo que defendió los Derechos Humanos está muerto. Yo puedo decir entonces: “Señor Kirschner, señora Kirschner, un poco de pudor. No hablen tanto de derechos humanos que cuando hubo que poner las cartas sobre la mesa ustedes no compartieron la lucha. No se hagan dueños de los Derechos Humanos”. Y si te queres hacer dueño, hacete cargo de los Derechos Humanos en su totalidad”. Hoy no podemos decir: “Este gobierno cierra los ojos a los derechos humanos”. Pero no abre los dos ojos. Cada tanto abre uno.

SOCIALIZAR EL MIEDO
-¿Qué peso tiene el miedo que dejó la dictadura y lo que sucedió durante el menemismo que fue como una continuación?

- Es muy cierto. En aquellos años se practicaba un chantaje desde el poder: “Miren que atrás está el terror de la dictadura”. Y buena parte de la sociedad sintió ese miedo. ¿Por qué una sociedad que sufrió lo que sufrió no iba a tenerlo? ¿Por que no íbamos a tener miedo que nuestros hijos repitieran el duro camino por el que habíamos pasado? Lo reprobable es cuando el miedo se convierte en terror. El terror paraliza, cierra la conciencia, anula la capacidad crítica. Y la sociedad, poco a poco, pasó del miedo al terror. Pero no estaban los militares para tener tanto terror. Contra el miedo hay que luchar, porque sino uno desde el miedo justifica todo. Al miedo hay que vencerlo, y la manera en que se lo vence es socializándolo, haciéndolo público, reconociendo que tenemos miedo, intentando vencerlo desde las acciones. El menemismo era terrible pero uno lo podía nombrar, cualificar, corporizar. Podías ver que lo que se presentaba como nefasto, como morbigeno, tenía una dimensión que no estaba por fuera de nuestras posibilidades concretas de internalizar ese miedo y vencerlo. Pero a la sociedad le quedaron secuelas. El terrorismo de estado, si bien no destruyó los sueños humanísticos del pueblo, le instaló por largo tiempo una secuencia del miedo que no siempre fue enfrentada. El miedo latente imposibilita el crecimiento de la conciencia.

- El miedo va cambiando de formas. Durante el menemismo era también económico.
- Es cierto. El menemismo fue económico, miedo a perder lo que se consiguió y, por otro lado, un fantasma que tenia por entonces más peso. Cosa que también practicó el señor Alfonsín. Ahora puedo comprender más el miedo social. Yo venía de pasar unas etapas muy duras: persecuciones, mi casa había sido volada, fui expulsado de la universidad, Crisis fue clausurada y mis libros estaban prohibidos. Era como un veterano del terror. No entendía a otros que no habían pasado lo mismo. Para estar vivo uno tuvo que endurecerse. Después, poco a poco, vas dándote cuenta de que la realidad es otra, que tenes que abrirte un poco, ser más comprensible del mundo, entender las contradicciones. Uno, en la dureza por sobrevivir, se deshumanizó un poco. Uno volvió a humanizarse y se da cuenta que la lucha tiene otras medidas, otras dimensiones, otros ritmos. Pero yo no abjuro ni renuncio ni pido perdón por haber soñado como soñé. Soñé todo lo que pude. Quizás de lo que me arrepiento es de no haber soñado con más fuerza.

- ¿Cuál sería el síntoma hoy de ese miedo, como se manifiesta hoy?

- Yo soy discípulo de Pichón Riviere. Para nosotros el miedo actúa siempre. Y tiene dos grandes formas: el miedo a la pérdida y el miedo al ataque. La sumatoria de ambos implica el miedo al cambio. La sociedad argentina, en mi criterio, sigue teniendo miedo a cambiar. Para entender esto hay que ver como se constituye. Miedo a perder lo que ya tenemos. No puede negarse que, en relación al pasado, estamos mejor. Si alguien dice “Estamos como en la dictadura militar” habla porque no la conoció. Yo no podría decir eso porque vengo de dar una clase de Derechos Humanos y ahora me estaría buscando la policía. Comparado con el terrorismo de estado, este gobierno es una primavera. También es cierto que subsisten situaciones terribles: hay gente que vive muriéndose en vida. Ahora, ciertos sectores han mejorado.
- Quienes sufrían históricamente siguen haciéndolo.- Esa es mi lectura. Soy un hombre que lee mucho pero también alguien que recorre el país. Hoy estoy en Entre Ríos pero también voy a Formosa, Chaco, Salta, Jujuy, la Patagonia. Soy invitado continuamente. Y veo cosas terribles como las que vi antes, también gente que esta mejor. Es muy complejo. Del sueño de la revolución de aquellos años estamos infinitivamente lejos. Del terrorismo de estado, por suerte, bastante lejos. Y a nivel social todavía hay cosas monstruosamente injustas que están vivas.


SUEÑOS INDIVIDUALES, SUEÑOS COLECTIVOS
- El sueño del que hablabas hacia que te sintieras en comunión con el otro. Aunque el sueño no se cumpliera, el tener el sueño, el poder tener la posibilidad, el sueño en sí te acercaba a los demás.
- Por supuesto. Te cuento esto: cuando nosotros salimos de Plaza de Mayo para sacar a los presos de Villa Devoto, habremos sido 5000 personas. Íbamos por la calle y la gente salía de las casas para incorporarse. ¡Cuando llegamos, éramos 50.000! Nos dispararon desde adentro de la cárcel y fuimos capaces de gritar: “¡nadie tire, no respondan a la violencia porque van a matar a los compañeros que están dentro!” Los guardiacarceles y las patotas de derecha disparaban desde adentro y 50.000 personas soportábamos para que no hubiese represalias. El mundo de hoy no tiene esos actos tan amorosos. En este mundo de bienes materiales, de la codicia y falta de fraternidad, es muy difícil soñar en forma grupal. Lo mejor, por ahora, es que cada uno sueñe individualmente. Pero que ese sueño no sea enemigo del sueño del otro. Que por lo menos los sueños individuales no sean monstruosos.

- ¿Qué injerencia tienen los medios de comunicación masivos en la perdida de estos grandes sueños?
Tienen un peso muy fuerte en la sociedad. Ellos no cambian el discurso social ni la manera de pensar. Te arman “la escena pública”. No logran que penses como piensa el poder pero sí que hables y penses sobre los temas que a ellos les importa que uno piense. Te obligan a opciones: “¿Usted está con el campo o con el gobierno?, ¿Vota a A o vota a B?”. Y la opción es lo que menos se acerca a la libertad. No siempre hay que optar sino tratar de tener un pensamiento dialéctico. No me importa tanto si el campo o el gobierno tienen razón. Me importa el bien común; de la acción y la contradicción sacar la síntesis superadora. Esto demanda un pensamiento dialéctico y no autoritario. Pero el poder autoritario está muy instalado en la sociedad argentina. Y uno puede decir: “¡Ganamos o ganamos!” desde un bando y el otro: “¡Yo tengo el poder y se va a hacer lo que quiero!”. No comparto eso. Creo que este momento de la sociedad implica la capacidad de construcción de un bien común en el que todos deberíamos aportar desde lo mejor de cada uno y no desde lo peor.

- ¿Qué valor tiene hoy la palabra en nuestra sociedad?

- Yo amo la palabra porque para mí, en síntesis extrema, es la propia vida. No creo que nadie pueda vivir, pensar, desear y soñar sin ella. En el sueño está la palabra y en la realidad también. Todo es la palabra. La Biblia ya lo dice “en el comienzo fue el verbo”. Las palabras mueren si no se las respeta, si no se la quiere, si no se las cuida. Necesitan un cuidado muy profundo, un “cuidado cuidadoso”, extremo. Julio Cortazar, un verdadero maestro, decía que la tarea más difícil es lograr que las palabras recobren su potencia original. Sabemos que ellas son gastadas diariamente por nosotros y, con más fuerza, por el poder. Habría que cuidar cada palabra. Con impunidad en Argentina se habla de república. Y se olvidan que señores como Platón y Aristóteles nos enseñaron que la ciencia de la república es cuando el Poder dedica la mayor parte de su riqueza y energía a la educación. Aquí se habló mucho de República y no creo que nadie pueda decir con honestidad que, desde cualquier gobierno, desde la dictadura hasta hoy: la educación se convirtió no en el efecto reclamativo sino en el efecto real de una voluntad política. Por eso habría que volver a limpiar la palabra república y no olvidar que Aristóteles, hablando de política, decía que esta se ensucia cuando un gobernante, en vez de gobernar para el bien común, gobierna para su riqueza personal. Y cuando hace esto, ese Estado se aleja de ser una república. Ya que estoy con los clásicos, para terminar, el último de Platón. El dice “cuando coexisten la ciudad de los ricos y la ciudad de los muy pobres sólo hay que esperar desgracia, violencia y muerte”.

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