Por Julio Majul (*)
El último atropello a la razón del kirchnerismo es el autoelogio a sus “periodistas militantes”, que serían “los únicos auténticos periodistas”, no como los “periodistas profesionales”, que escribirían según el criterio de las patronales.
Veamos un poco el tema en serio, despojándonos de las estupideces que se repiten como mantras, seguramente por reflejo del nazi Goebbels: “miente, miente, que algo quedará”.
Un cachito de historia
Hay que saber que, en pleno conflicto del campo y luego de pelearse a muerte con su hasta entonces socio amoroso, el grupo económico “Clarín”, Néstor Kirchner personalmente redobló sus esfuerzos para convencer a periodistas (algunos brillantes) y los autodenominados intelectuales; a estos grupos, Néstor los adulaba y los retaba, según su estilo usual: se quejaba de que “tenemos que defendernos nosotros solos, porque ustedes, que son nuestra fuerza de pensamiento, no nos defienden como pueden y deben”.
Así, a fuerza de puro empujón kirchnerista, nace el grupo de intelectuales “Carta Abierta”, bajo la batuta, se cree, del autodenominado filósofo Ricardo Forster, cuya columna en “Veintitrés” se titula, humildemente, “Materia gris”.
Cómo se desarrolla el periodismo militante
Pero el periodismo militante no nace entonces; esa fue la prehistoria.
La historia del periodismo militante comienza cuando el kirchnerismo entra a repartir verdaderas fortunas para desarrollar sus militantes. No es cuestión solamente de escribir o hablar disparates sin recompensa; bolaceamos, pero nos pagan muy bien.
Y esta es la verdad del periodismo militante: periodistas ultrakirchneristas, algunos realmente convencidos, muchos seducidos por el dinero, otros por las mieles del poder y las alfombras rojas, como el caso lamentable de Horacio Verbitsky.
Y precisamente Verbitsky es un ejemplo (lamentable para quienes lo admiramos) de cambio de tono, al principio sanamente convencido de las bondades kirchneristas, como lo estábamos todos: la época de la borratina de la oprobiosa Suprema Corte menemista, de la defensa de los derechos humanos, del “¡Proceda!” al militar que descolgó el cuadro de Videla… el Verbitsky que escribió esa maravillosa “Robo para la corona”, que denunció los robos menemistas, nada dice ante el afano descarado de los dineros públicos por allegados al kirchnerismo; nada ha dicho de Julio De Vido, de tantos empresarios pequeños devenidos en propietarios de fortunas al calor de la amistad de los gobernantes.
No puedo creer sino que el cambio para horrible operado en Verbitsky sea fruto de su acercamiento al poder, de los elogios repetidos, y de las muelles alfombras rojas y los picaportes dorados que se recrean en la Casa de Gobierno porteña.
Eso es el periodismo militante kirchnerista: algunos por una cosa, otros por otra, pero todos unidos en ocultar las lacras del gobierno y denunciar a todos los que discrepamos con él por “destituyentes”, el término acuñado precisamente por Carta Abierta.
Era otra época, claro…
En la negra noche de la dictadura que encabezaran Videla, Massera y Martínez de Hoz éramos pocos los periodistas que nos animábamos a decir lo que pensábamos, nunca todo lo que pensábamos porque nadie se suicida. Acaso una excepción fuera Robert Cox y los escribidores del Buenos Aires Herald, que decían lo que ni yo me animaba.
En Entre Ríos habían dos medios que intentaban filtrar la verdad: el Interdiario (salía tres veces por semana) “La mañana” de Victoria, que dirigía el César “Chacho” Jaroslavsky, y “Noticias”, el antecesor de El Día. El poeta Horacio Alippi, que formó conmigo toda la redacción de Noticias los últimos años, me dijo que había contado cuatro mil notas escritas por mí contra el gobierno de Videla-Massera-Martínez de Hoz. Cuatro mil artículos.
¿Cuántos habrán escrito los Kirchner y sus amigos santacruceños de entonces?
¿Saben cuál fue la heroica militancia de los Kirchner y sus amigos entonces? Pues abrieron su Estudio jurídico y se dedicaron a hacer mucha plata (mucha, mucha, ¿eh?) ejecutando a desdichados deudores hipotecarios.
Política, nada. Pero bueno, nadie está obligado a no tener miedo.
Y ¿qué hizo Néstor Kirchner durante los más de diez años que gobernó Santa Cruz por los derechos humanos? Nada, la nada más absoluta. Ni siquiera conmemorar los 24 de marzo, qué sé yo, decir un discurso sobre los años de plomo. Nada.
Estos son los inventores del rescate de los derechos humanos en la Argentina.
¿Por qué lo hicieron? Por conveniencia. Por poder. Por plata.
¿Qué derecho tienen a decir algo al Chacho o a mí? ¿Qué derecho tienen a agraviar a tanta gente?
Igual, muchos de los “periodistas militantes”, casi todos asustados perritos falderos de los militares del oprobio, en los años de plomo.
Claro que era otra época. Y otra gente.
Casos paradigmáticos
En este texto hecho al correr de la pluma (del Mouse, bah) quiero dejar como final el recuerdo de dos hechos recientes, que merecieron tantas palabras huecas en las redacciones de Página 12, Veintitrés, Miradas al Sur, 6-7-8, la Tele “Pública”, Víctor Hugo & demás empresarios que se enriquecen con nuestra plata entregada por el kirchnerismo.
Quiero hablar del caso Schocklender y del caso Zaffaroni.
En el caso Schoklender, lo que todos queremos es que la Fundación Madres de Plaza de Mayo aclare qué pasó con tanta plata (estamos hablando de muchos millones de pesos) que pasó del erario público a los bolsillos de Schoklender y sus amigotes; todos, vulgares ladrones.
¿Cuál es la respuesta de los heroicos periodistas militantes?
Que estamos tratando de destituir al gobierno kirchnerista, atacando a un símbolo de la lucha nacional y popular del gobierno, como son las Madres y sobre todo Hebe de Bonafini.
Semejante pavada, falaz y descaradamente repetida cual mantra sagrado por la corte de heroicos periodistas militantes (muy bien pagos, se insiste) se asienta en la falsedad. Nadie (que yo sepa, al menos) ha cuestionado a las Madres. En mi caso, y en el de muchos otros más valiosos que uno, como Martín Caparrós, si lo hiciéramos estaríamos atentando contra nuestra historia y nuestros ideales. Claro que como el kirchnerismo inventa su propia historia y no tiene ideales, puede decir cualquier mentira con carita de ángel.
Con todo este bolaceo, se olvida lo que se planteara, que era (y sigue siendo) cómo la Fundación permitió que un grupo de ladrones se robaran el dinero del pueblo. Cómo el gobierno, a quien Felisa Miceli (vieja kirchnerista) advirtiera un año antes que las cuentas de la Fundación no cerraban, tardó más de un año, y se necesitó que se desatara el escandalote público que se desató, para iniciar algo parecido a una investigación, que si es conducida por el juez Oyarbide ya sabemos cómo terminará…
Y en el caso Zaffaroni, más o menos lo mismo: se descubre que en varios departamentos propiedad del prestigioso jurista se ejercía la prostitución. Y se pide que el juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación aclare lo que pasa.
No soy yo que alquiló cinco departamentos a prostitutas. Ni es Gustavo Rivas, por ejemplo. Es un Juez de la Corte Suprema, nada menos.
Y nadie lo acusa de nada. Más aún: casi todos los que estamos preocupados por la cuestión es por el costado ético del asunto. Queremos que al menos Zaffaroni nos aclare, nos tranquilice, cómo pudo pasar esto.
Antes que el propio Zaffaroni aclare nada, sale el coro de heroicos periodistas militantes (muy bien pagos, repito) acusando que el fondo de la cuestión es que se ataca a Zaffaroni para atacar a la presidenta, que fue la que lo puso en el cargo.
Se olvida que no fue Cristina la que manda el pliego de Zaffaroni al Senado. Fue Néstor. Y que no lo nombraron ni Cristina ni Néstor: lo nombra el Senado de la Nación.
Se intenta convertir un clarísimo caso de pedido de aclaraciones en un ataque a quien se presenta como ejemplo de kirchnerismo.
Todo falso: nadie pide que se “destituya” (curiosamente, el coro de alcahuetes usa el mismo término de hace tres años) al Juez. O sí, lo piden algunos políticos de poca monta intelectual. Lo que la mayoría pedimos es que Zaffaroni nos aclare qué pasó. Porque siempre confiamos en su integridad moral, porque el pueblo tiene que saber qué pasó en la conducta de un Juez de la Corte.
Igual que en el caso Schoklender, se falsea todo para inventar algo que cuaje con el relato inventado de las heroicidades kirchneristas, que como hemos dicho nunca existieron.
Lo peor
No puedo terminar sin aclarar que periodistas militantes fuimos César Jaroslavsky o quien esto escribe, que decíamos lo que pensábamos pero también publicábamos las réplicas y las opiniones de quienes no pensaban como nosotros.
Y que lo hacíamos gratis; y en mi caso, perseguidos económicamente hasta obligarnos a cerrar el diario.
Que nos comparen con este rejunte de alcahuetes bien pagos me ofende.
¿De qué periodismo militante nos hablan? ¿Del periodismo ejercido desde el poder y bien pago? Eso es un repugnante negocio, con nuestro dinero.
Eso es destratar al periodismo.
Julio Majul (*) es periodista y abogado. Senador Provincial MC.
2 comentarios:
Creo que con este tipo de notas me doy cuenta porque no los lee nadie... Como han desbarrancado. Estan muy lejos de la realidad de la gente comun. Una pena...
Gracias por leernos. Pero, si esperas notas oficialistas, tenes un montón de sitios para visistar. La revista se sostiene gracias a sus lectores, cosa que muchos de esos medios jamás podrán decir. Un saludo afectuoso.
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